Uno de los más antiguos postulados en la historia del deporte mundial reza Mens sana in corpore sano. La frase, proveniente de las Sátiras del poeta romano Décimo Julio Juvenal, perdió, con el paso del tiempo, su sentido original, de tono un tanto socarrón, para transformarse en una máxima repetida hasta el hartazgo.

Tanto, como aquella otra que pregona que “el deporte es salud”. Ambas pueden asociarse con la particular historia de Graeme Obree, el escocés volador, un ciclista amateur que pudo superar a los más grandes profesionales.

La infancia de Obree fue complicada. Sufrió maltrato físico por parte de varios chicos de su edad que contribuyeron a crearle a la larga un complejo cuadro de desorden bipolar y constantes caídas depresivas.

La bicicleta fue su escape, tanto literal como metafóricamente. Lo ayudó a deshacerse de sus agresores y a enfocar su mente en otro lado. Con el tiempo, su pasión por la bicicleta se transformó en su modo de vida.

Ya como adulto, desarrolló su propio negocio de rodados y comenzó a correr en carreras locales. Su vida en torno al ciclismo le aportó habilidades o capacidades únicas, propias de quien es un experto en la materia, tanto como deportista amateur, como en el aspecto mecánico de las bicicletas.

Su fanatismo hizo que pronto una idea audaz empezara a rondar por su cabeza. Creía que tenía la capacidad de desarrollar una bicicleta con la que pudiese romper el exigente récord de la hora. Esta prueba consiste en girar en una pista y conseguir recorrer la mayor distancia posible en 60 minutos.

Otro incentivo que Obree tenía era el de superar a uno de sus ídolos, Francesco Moser, que a comienzos de los años 90’ era quien ostentaba dicho récord. Sabía, en base a su enorme experiencia no profesional, de que forma debía ser la bicicleta que facilitara una postura diferente y que le otorgara una velocidad única como para lograr una nueva marca.

Creó una bicicleta mucho más chica y recogida que las normales, con el manubrio en una altura inferior al pecho. La hizo él mismo, con pedazos de un viejo lavarropas de su propia casa y la llamó The Old Faithful o La Vieja Confiable.

La misma le facilitaría adoptar la que posteriormente fue denominada como la “postura del huevo”, que consistía en elevar las rodillas e inclinar hacia adelante el tronco quedando con la cabeza por delante, en una posición semejante a la de un esquiador.

En julio de 1993 Obree se dispuso a intentar una de las más enormes hazañas del deporte. Al enterarse de que Chris Boardman, un ciclista profesional, medallista olímpico, de fama y prestigio, buscaría quebrar el récord de Moser, decidió intentarlo él una semana antes en Hamar, Noruega. Lo hizo con una réplica de La Vieja Confiable, algo más resistente, el 17 de julio, pero falló. Estuvo a dos vueltas de la marca del italiano.

Sin embargo, para sorpresa del público y la prensa, anunció que lo intentaría de nuevo la mañana siguiente. La prueba de la hora es una de las más difíciles del ciclismo. Demanda una exigencia descomunal al punto que Eddy Merckx, cinco veces campeón del Tour de France, quien consiguió establecer un récord de este tipo en 1972, prometió ni bien terminó la prueba, que jamás volvería a hacerlo, a causa del sufrimiento padecido para lograrlo.

A la mañana siguiente el escocés cumplió con lo dicho y se dispuso a hacer una nueva prueba. En este caso, con su bicicleta original y ante una expectativa bastante menor que el día anterior, consiguió la impresionante hazaña: superó a Moser por 400 metros. Un deportista amateur logró lo imposible.

“No sentía los labios y se me durmieron los pies”, declaró Obree tras su enorme conquista. Una semana más tarde, Boardman con el apoyo de grandes patrocinadores y una bicicleta de diseño industrial especialmente creada para la ocasión, consiguió romper el récord del “escocés volador”.

Sin embargo, este último tendría una rápida e inesperada revancha. Se decidió a participar del Campeonato Mundial de Ciclismo de Pista de 1993, en Hamar, Noruega, en la misma pista en la que había conseguido su récord. Allí, se consagró campeón en la especialidad de persecución individual de 4000 metros, pero además tuvo la oportunidad de vencer a Boardman. Lo enfrentó en las semifinales y lo derrotó por más de dos segundos, con su bicicleta y su postura única, contra el método convencional empleado por su rival.

En 1994 Obree se preparó para romper nuevamente el récord de la hora. El 27 de abril se aprontó con una nueva versión de La Vieja Confiable a la pista de Burdeos, en Francia, donde su némesis había conseguido su marca.

Atornilló su calzado a los pedales para evitar sacar los pies de esa zona y recorrió 52,713 km en una hora; fue nuevamente récord. En agosto de ese mismo año, la Unión Ciclista Internacional (UCI) determinó que era tiempo de frenar con la creatividad que comenzaban a desarrollar los ciclistas para vencer en el récord de la hora. Decidieron que las mejoras de kilómetros recorridos en 60 minutos debían darse a partir del desarrollo físico mediante el entrenamiento de la forma tradicional.

Fue así como prohibieron tanto a La Vieja Confiable como a la postura de huevo, que se había hecho popular. Determinaron por reglamento cual tenía que ser la posición de un ciclista, dejando en claro que debía existir una distancia considerable entre los brazos y el pecho del mismo.

Lo curioso es que la determinación se tomó el mismo día en que iba a comenzar el Mundial de Ciclismo en Pista de 1994 en Palermo, en el que Obree iba a competir. Finalmente, lo hizo y con su método, pero fue descalificado.

Algunos se animan a asegurar que la UCI sucumbió ante las presiones de las grandes empresas patrocinadoras y los fabricantes de bicicletas, que se veían amenazados por una figura que por fuera del sistema había alcanzado lo más alto del ciclismo de pista. La prohibición y el inmediato fallecimiento de su hermano en un accidente automovilístico, sumieron a Obree en una profunda depresión.

Durante largo tiempo su situación fue delicada, sobre todo dados sus antecedentes, entre ellos, sus intentos de suicidio durante su infancia y adolescencia. Pero, una vez más, el deporte sería el elemento sanador para él.

En 1995 ideó una nueva bicicleta y otra postura para volver a competir. La nueva posición fue conocida como “Superman” y consistía en la clásica, de triatleta, del resto de los ciclistas, pero con el manubrio alejado lo suficiente como para que sus manos estuvieran bien estiradas. De ese modo podía inclinarse hacia adelante, ser más aerodinámico y no rompía la nueva regla establecida por la UCI de tener los brazos separados del pecho.

Con esta nueva modalidad volvió a competir en el Mundial de 1995, que se llevó a cabo en Bogotá, Colombia. Una vez más, el hombre más polémico del ciclismo se consagraría campeón en la especialidad de persecución individual, con un condimento especial, que lógicamente disfrutó: el presidente de la UCI, Hein Verbruggen, quien había intentado prohibirlo, le entregó la medalla de oro en mano.

Poco tiempo después, no sin antes permitirle a Boardman recuperar el récord de la hora con esa misma técnica, la entidad que rige el ciclismo a nivel internacional, también prohibió la postura Superman. Luego de este último embate, Obree dejó el ciclismo profesional. Ya sin su instrumento de escape volvió a caer en la depresión y fue allí cuando se le diagnosticó el trastorno bipolar.

En el año 2000 intentó volver al ciclismo y recuperar el récord que le había arrebatado Boardman pero no pudo, y eso no hizo más que empeorar su situación. Hacia diciembre del año siguiente, en la misma época del año en la que su hermano sufrió el trágico accidente de auto, intentó suicidarse por tercera vez pero la soga con la que trató de colgarse se rompió.

A pesar de ello, buena parte de la calma que parece existir en este tiempo en la vida del peculiar ciclista, tiene que ver con el reconocimiento que de a poco adquirió. El punto culmine se dio cuando en 2014 la UCI reconoció algunos de sus errores del pasado. En primer lugar admitió que el hecho de haber prohibido algunas posiciones o bicicletas había detenido el progreso técnico. Por otro lado, restauró los récords mundiales de antes del 2000 que habían sido prohibidos.

Además, en el año 2009, el escocés ingresó al salón de la fama del ciclismo británico. Actualmente, la vida de Obree parece estar más equilibrada. Su gran pasión sigue firme junto a él. Volvió a dedicarse a la carreras locales, a la construcción de bicicletas caseras y da charlas y conferencias en las que relata sus logros y su experiencia. La fama y la gloria pueden ser pasajeras, pero siempre quedará el recuerdo del hombre que cumplió el sueño de todo deportista amateur: desafiar y vencer al establishment solo y a su manera.

Juan Ignacio Minotti