Nacida como Zofia Lubańska en 1891 en Cracovia, Polonia, Zofia Stryjeńska comenzó a pintar caricaturas de los clientes de su padre en su tienda de guantes, desarrollando un talento que se convirtió en la pasión de su vida. Pero las barreras de género se interpusieron en el camino de sus actividades artísticas; barreras que estaba decidida a romper.

Como la Academia de Bellas Artes de Múnich -su principal elección para estudiar- era una institución exclusivamente masculina, Stryjeńska se cortó el pelo y asistió a la universidad disfrazado de hombre. Pero después de un año en Múnich, la presión de mantener oculta su identidad la empujó a regresar a Cracovia.

Inspirada por la historia de su identidad nacional, Stryjeńska comenzó su carrera a los 21 años con una serie de pinturas basadas en el folclore polaco. Esta versión moderna de una forma de arte tradicional se convirtió en su sello distintivo; un estilo que ganó popularidad cuando Polonia recuperó recientemente su independencia en 1911 y sus ciudadanos apreciaron su iconografía histórica.

Su serie de litografías surrealistas de 1917 titulada “Bożki Słowiańskie” (Ídolos eslavos) tuvo un gran éxito y se imprimió en todo, desde postales hasta chocolates. Stryjeńska, experta en trajes folclóricos y mitología eslava, expresó el amor por su herencia en trabajos que iban desde piezas de ajedrez de madera hasta trajes de ballet, como los diseñados para el ballet polaco de la década de 1930 “Harnasie”.