Ambos la tienen muy complicada. El Presidente de la Nación es el fruto de una alianza en la que él mismo, representa un sector que casi no tiene votos. Incluso así, parte del gabinete es de su riñón, pero incluso cuando se trata de dirigentes propios, Alberto Fernández suele sentirse defraudado de sus ministros y sus ministros defraudados con Fernández.

Es el caso de Carla Vizzotti, pero muy especialmente del ministro de Educación, Nicolás Trotta, que no dejó de advertir al presidente la inconveniencia de suspender las clases presenciales y que creyó haberlo convencido: se enteró como la suspensión de clases como usted, por la tele, cuando al mediodía se le había dado la certeza que seguían.

Trotta es Alberto. No es Cristina, no es Massa, es Alberto. Se sintió defraudado Trotta. Y se sintió igual Fernández porque el ministro nunca apoyó su decisión, ni siquiera en público. Era, reconozcámoslo, una tarea difícil. Lo habían mando pocas horas antes a asegurar que las clases no contagiaban a nadie y que seguían. No se miran ya con confianza, ambos sienten deslealtad del otro lado.

Por otro lado, si bien muchos analistas le adjudican las medidas a Axel Kicillof y el presidente se esmeró en meterlo en la telaraña en la conferencia de prensa post reunión con Rodríguez Larreta (Axel y yo, dijo mas de dos veces), el gobernador se enteró que iba a hacer el presidente al mismo tiempo y del mismo modo que Trotta.

Cuando esos analistas le achacan las medidas al gobernador, creen leer que detrás de ellas está Cristina. No es cierto. Ni la ex presidenta ni sus habituales interlocutores con el presidente, como Eduardo De Pedro, tuvieron nada que ver con la decisión. De hecho, fuentes muy cercanas a la actual vicepresidenta dicen que está bastante ofuscada con el presidente por las medidas tomadas. Las considera una torpeza.

Los gobernadores peronistas, por su parte, avisaron que con ellos no cuenten para andar decretando toques de queda ni nada parecido. Todos compañeros, pero como suelen decir en el movimiento, “acompañamos hasta la puerta del cementerio, entrar, entrá solito”.

El jefe de gobierno de la Ciudad no está mucho mejor. Si bien no tiene el mismo problema que Alberto con sus ministros, porque el gabinete local está articulado y es obediente, la alianza que debería proyectarlo a la presidencia, no acompaña el estilo dialoguista de Horacio Rodríguez Larreta.

“¿A vos te parece? Hace la conferencia de prensa, dice lo que había que decir, pero tira todo al mar mendigando una audiencia con el presidente de la que era obvio, se iba a ir con las manos vacías. No aprendió. Al peronismo sin picardía no le ganas nunca. Ya se la hicieron, dialogó, consensuó le dijeron amigo, y en cuanto miró para otro lado se la pusieron (en referencia a la quita de coparticipación)” explica uno de los halcones del PRO en estricto off.

El estilo Larreta no esta gustando a sus colegas de ruta y tampoco a sus electores. Consideran que debería hacer resistido las medidas de otro modo, que debió aprovechar para confrontar, para desnudar al presidente y los suyos. “No existe el voto tibio, o estás enojado con el gobierno o estás a favor, esto se va profundizando a medida que toma decisiones como estas, entonces ¿Cuáles serían los votos de Larreta buenito?”, se pregunta la misma fuente.

Los sectores de oposición dialoguista “a lo Larreta” están en extinción. Salvo por la línea que lidera Emilio Monzo, cuya penetración en Provincia de Buenos Aires esta por verse, y no existe en ningún otro distrito, todos son halcones.

Ambos están solos, como locos malos. Respecto de Fernández, el sector mayoritario de su espacio, no se hace cargo de las medidas, y sus propios ministros le temen. No como le temían a Cristina, temen que los deje pagando de un ratito a otro. Y en lo atinente a Larreta, el partido va tomando otro estilo en forma homogénea, a medida que se acerca la fecha de elecciones, y el jefe de gobierno, casi parece de otro sector político.