De niño, cómo le habrá pasado a todos, nos parecía imposible diferenciar a la hembra del macho. Todas eran vacas y todos nos parecían caballos. No entendíamos muy bien que el complemento de unas eran los toros y de ellos eran las yeguas, sin alusión particular a nadie. Es más, de grandes, bien adultos, tenemos que reconocer que cuando hacemos los viajes en auto, ómnibus o tren, y cruzamos interminables hectáreas de estancias, aún solemos hablar de la raza en general, sin diferencias por sexo al vacuno o al equino. Las aves son todas del género femenino, sin embargo el colibrí, el carancho o el chingolo parece que fueran todos machos, y en cambio la golondrina, la cigüeña y la paloma son únicamente hembras. Nos enseñaron de chicos que la gallina es la ponedora de los huevos y el gallo es fácilmente identificable porque tiene su cresta. Con cada perro o gato que nos cruzamos necesitamos que se ponga panza arriba, pidiendo que le hagamos mimos, para darnos cuenta si es macho o hembra. O bien, en el caso de los perros, que cuando ya dejaron la etapa de cachorros, esperemos a que hagan pis para ver si abren las patitas o levantan una contra alguna planta, pared o neumático de un vehículo. Así crecimos y nos criamos. En un mundo en el que la Barbie, la muñeca que ayer cumplió 60 años pero no se cansa de facturar y por eso no piensa en jubilarse, fue el objeto más preciado de cualquier jovencita. Nos educaron reconociendo la señalética de la puerta de los baños, para entender el dibujito con pollera o pantalones y no equivocarnos, o viendo la inicial mayúscula: la D para el baño de las damas, la C para el de los caballeros. O bien la M para las mujeres y la V para los varones. Hasta que la invasión extranjerizante del inglés nos colgó el cartelito de la M para lo masculino, por el plural Men y la W para ellas por el de Women. Ahí nos tomaron por sorpresa, la misma que en las puertas vaivén nos indica Tire o Empuje para que nuestro instinto nos lleve a hacer lo contrario. Y ni hablar cuando por la misma invasión idiomática dice Pull o Push, hasta que la puerta cruje al borde de partir el cristal. Nuestro mundo es un múltiple choice eterno en cualquier formulario, para marcar el sexo, M o F, de masculino y femenino. Todo eso nos marcó y aún nos marca.

Crecimos a la sombra de un maldito refrán que pregonaba que detrás de todo hombre siempre hay una gran mujer. ¿Por qué razón dijimos detrás y no al lado, o quizás delante? Nos empujaron al borde del precipicio para ponernos en una situación límite: Los hombres son los jefes de la familia y los que llevan los pantalones en la casa; los hombres no deben llorar; las tareas del hogar son para las mujeres porque son las amas de casa; que el permiso te lo dé papá; si van en pareja, el hombre es el que siempre está al volante porque a ella la mandan a lavar los platos con cualquier maniobra. Y así un sinfín de clichés con el que se fue parte de nuestra vida y pasaron generaciones enteras sin entender que lo único que alimentábamos era la diferenciación por sexo, para cultivar el machismo. Ni el pantalón unisex en jean logró terminar con este flagelo. Ni el piercing, o el arito en la oreja como una avanzada de igualdad. Ni el pelo largo en los varones en los tiempos de los hippies. Celeste para los nenes y rosa para las nenas, desde la vestimenta en la cuna, hasta al menos, el jardín de infantes. Eso sí, a las chicas les hacemos la Fiesta de 15 para marcar la adolescencia, cada vez más prematura; o las hacemos entrar del brazo del padre o padrino a la ceremonia de boda para que el novio la despose en el altar o les decimos Feliz Día, una vez al año, el 8 de marzo. Las otras dos veces que les deseamos Felicidades son el día del cumpleaños y si son madres, el tercer domingo de octubre. Después, válgame Dios con el sexo débil. Somos crueles, discriminatorios, ególatras. Ahora vamos por el mundo asexuado, de igualdad de condiciones y de similares derechos. Un mundo hipócrita que le reconoce a la Mujer un Día Internacional para homenajearlas, por aquellas 129 trabajadoras que habían tomado la fábrica Cotton, una textil de New York hace 111 años. En huelga reclamaban trabajar no más de 10 horas diarias y el derecho a cobrar lo mismo que los hombres. El dueño las encerró y un incendio las consumió. Cuando pensás que la esclavitud fue abolida mucho antes en el llamado primer mundo o en estas tierras subdesarrolladas, te chocás de frente contra la realidad. Necesitábamos que Evita le diera lugar a sus congéneres para que las asista el derecho a votar.

Y que a cinco años de que se terminara el siglo 20, una Reforma Constitucional fijara la obligatoriedad de que en cada lista de candidatos hubiera al menos una mujer para asegurar el tercio de cupo. De poco sirvió la lucha de Alicia Moreau de Justo que duró una centuria exacta, con la bandera del socialismo. La misma lucha que llevó a la longevidad a la radical Florentina Gómez Miranda. Un mundo que solo parecía manejado a lo macho desde los grandes negocios corporativos hasta que ellas quedaran viudas, para tomar decisiones en los emporios del cemento con Amalia Lacroze de Fortabat o de los medios con Ernestina Herrera de Noble. Ese machismo que llevó a la portación del apellido del esposo, como un derecho de pertenencia. Algo que por suerte parece del pasado lejano, muy lejano, cuando las mujeres hoy se quedan con su apellido porque son ellas y no son de nadie. O en una avanzada de igualdad, cuando colocan el doble apellido paterno y materno a sus hijos. O el de la madre simplemente, ante el abandono de la pareja por la falta de reconocimiento. Algo se avanzó, pero no es suficiente y estamos lejos de los objetivos necesarios. Claro que no todas las mujeres son iguales ni cuentan con los mismos derechos. Pueden sonar parecidas, Michetti y Picetti. Puede gustarte o no una o la otra, pero una está legalmente sentada como Vice, y la otra está legalmente impedida aunque electa, por maltrato. Entramos en un mundo de contradicciones cuando una ex Presidente, ahora confirmada por la Corte Suprema en su procesamiento por el Memo de Entendimiento con Irán, por una especie de entrega, es decir de venta de la Patria, o de la Nación, con género femenino deambula por los Tribunales pero se siente en condiciones mesiánicas de regresar para el salvataje. Popularmente, Cristina, pero a pesar de su lucha femenina, no logra despojarse del apellido de casada de su mentor, Kirchner. Cristina Fernández de Kirchner, que se consideró de manera auto-referencial como un emblema para poner en igualdad de condiciones al género, modificando el idioma español para conminarnos a que la llamemos Presidenta. Pero un grupo de mujeres no es genta, sino gente, y si son de la política no son dirigentas, sino dirigentes. Porque no es que hay presidenta y presidento, como hay diputada y diputado.

Lo sustantivo no tiene género, excepto cuando hay una manipulación por conveniencia, como cargar con el apellido Kirchner porque demuestra una fortaleza y un peso específico, similar al de los expedientes de los Cuadernos de las Coimas que ahora se llevaron a la cárcel a cuatro ex funcionarios de Vialidad. Cada uno tiene su trazabilidad matrimonial. Por ejemplo, otra mujer, Carolina Pochetti, encendió el ventilador para salpicar a los K Patagónicos, de los que su fallecido marido Daniel Muñoz, era el secretario privado. Detenida y liberada, acusando la protección judicial de Luis Rodríguez, un magistrado de dudosa honestidad. Y aseguró que la plata sucia pero lavada se fue a Turk and Caicos, un archipiélago británico de ultramar, de esos paraísos fiscales para ocultar e isla paradisíaca a la que muchas mujeres le gustaría una escapadita llena de sol, playa y lujos. Pero no a todas. Y a las que les gusta, nada tiene de malo, excepto la conversión a un dólar que anda por los 43 con 70, cerca de romper la barrera del sonido de los 44 que se impuso el Gobierno como techo. 43 -70, y la respuesta de la Rosada es vos fumá. Pero son cigarrillos negros, como pareciera que será el futuro con cada una de esas tormentas de densos nubarrones que descargan su furia sobre la ciudad de La Plata. Debe ser porque la plata escasea, no se cae una idea desde la Rosada y se la llevaron en valijas desde La Rosadita. Todo con el artículo La, el femenino. La lluvia, la plata, la Rosada. Bueno, pero después de todo, La es la nota musical que viene después de Sol, como la luna, la luna, y antes de Sí, que es la respuesta que esperamos siempre como mensaje positivo. Que nos den el Sí para salir a bailar, ponernos de novio, casarnos, ser padres, tener un futuro mejor. Sí, se puede… sí, se puede. Si se puede, y no lo hacemos, es porque no sabemos cómo. Por eso, son muchos los que ya añoran el pasado manejado por una mujer. O los que le otorgan una buena imagen a la Gobernadora Vidal. La ven como la chica todo-poderosa, heroína pero de la buena, porque lucha contra los narcos. La ven como la Mujer Maravilla o la Mujer Policía cuando se pone el trajecito contra el delito. Sin embargo, también la ven como la Malvada o la Cruella Deville cuando no le otorga a la docencia lo que la inflación les comió de las carteras a las maestras.

Y mirá que si hay un gremio asociado con la mujer es justamente la educación. Es que muchos sienten que detrás de María Eugenia, en realidad, están los manejos titiriteros de Macrisis. Y en este año electoral, donde se hace interminable la salida de la agonía, no sabemos si no es preferible que venga la enfermera y nos desconecte, porque además, ni siquiera vamos a poder pagar la próxima factura de electricidad. Necesitamos de un exorcista, porque con Juliana, la hechicera de Mauricio, nos salió todo al revés. Necesitamos de una Bruja, que no sea Verón, que ayer cumplió 44, como el techo del dólar. Porque ya sabemos que a la Brujita le sale todo mal en el club que preside, y en el fútbol, el equipo se Pincha para hacer honor a su apodo. Somos la Nación futbolera, con el deporte más popular que es bien machista, y que tanto padecen la mayoría de las mujeres que jamás entenderán por qué razón esos tipos corren detrás de una pelota y a ellas no les dan pelota. La pelota, una cuestión de género, aunque ahora es de cuero y antes era de tiento, lo que hacía al fútbol todavía más pesado que marido frente al televisor siguiendo nerviosamente a su equipo. Como para no sufrir hasta el último minuto si sos de la Academia y rescatás un punto de oro, por tu Santa Fe, revalidando la razón por la que al estadio sabalero lo apodan el Cementerio de los Elefantes. Racing sabe que al acecho están la Defensa y la Justicia. Por suerte, la mujer también comenzó a disfrutar del fútbol, y algunas hasta se animan a jugarlo, como ocurrió en el preliminar donde el femenino de Boca goleó al de Lanús 5 a 0. Mirá qué espectáculo en la Casa que late, y que no en vano tiene encanto femenino: La Bombonera. Flor de regalo para una mujer, cuando se llena de goles y la invade la voz del estadio desde La Boca de nuestra Dominique Metzger. Para que no aplique la lógica de la paternidad histórica y haya maternidad Bostera sobre los Cuervos, con las zetas de los viejos zorros: Zárate al comienzo, Nández casi al final. Y la tricota la tejió de zurda, con zeta, Villa. Boca iluminado por Alfaro y San Lorenzo viendo la caída con Almirón. Al, es La al revés. Pero el fútbol ya no tiene género. Por eso, La Selección lleva el artículo femenino y es de todos. Aunque cuesta entender las razones por las que el Kun se quedó afuera.

Solo falta que Agüero se convierta en el noveno hijo de Diego, que ya tiene 8 como los goles de ayer en los dos partidos que jugaron mujeres y varones de Boca. Pero sería un disparate porque fue el esposo de Gianinna Maradona, quienes trajeron al nieto Benjamín. Tampoco se entiende por qué Scaloni lo llama a Di María, excepto que sea un homenaje a las mujeres con el nombre que lleva el Fideo en su apellido. Y esperamos que vuelva a encenderse la Pulga Leo, en el amistoso ante una Venezuela que está a oscuras desde hace dos días, mientras el machismo de Maduro no se pone los pantalones largos y acusa de todos los males al Imperialismo. El fútbol y la política son el apéndice y el reflejo de la sociedad. Por eso, ante la violencia se movilizaron miles de mujeres con polleras, minifaldas, shorcitos, pantalones, chupines y corpiños bien puestos, de una plaza a la otra, para hacer más ancha a la avenida. Para ponerle el pecho a los abusos, para gritar Ni una Menos porque cada vez son más, para nivelar para arriba e igualar los derechos como los ingresos. Una parte se manifestó para despenalizar el aborto y no poner a la mujer en la clandestinidad y el riesgo. Otra parte se movilizó para salvar las dos vidas. Justo en el día en que no pudo sobrevivir la beba que con apenas 24 semanas de gestación había nacido por cesárea de la niña tucumana de 11 años que pedía el aborto, por el abuso de la pareja de su abuela. Cientos de mujeres que tiemblan de miedo por la violencia de hombres que no aceptan un no. Mujeres que le ponen el pecho a lo que puede sonar como un despecho masculino, cuando una relación no da para más. Mujeres que le dicen Basta al sos mía o no serás de nadie. Son las que piden justicia para prevenir más allá de una línea 144, para no engrosar la lista que se cobró la vida reciente de la odontóloga Gissella Solís Calle o mucho antes de Érica Soriano, Micaela García, Wanda Taddei, Lola Chomnalez y Ángeles Rawson. Las que piden por la aparición de María Cash, Florencia Penacchi o Marita Verón. Interminables nóminas de frías estadísticas que esconden el abuso, el engaño, el acoso, el manoseo, la prostitución, la trata, el maltrato, la explotación, la violación, la muerte. El manejo siniestro y perverso de mentes enfermas, con sexo masculino.

Contra eso tenemos que luchar. Porque son muchos más los Daniel Lagostena y los Ricardo Barreda que las Yiya Murano. Porque no queremos que sea necesario seguir movilizándose para evitar que un sexo se crea más fuerte que el otro, con la potestad del sometimiento. Porque somos de los que creemos que las grandes mujeres de la historia argentina tienen la fuerza genética para demostrar que talento y ganas sobran para superarnos. El legado de María Elena Walsh, Mercedes Sosa, Juana Azurduy, Victoria Ocampo, Tita Merello, Rosario Vera Peñaloza, Cecilia Grierson, Alfonsina Storni, para que no alcancen las calles de todos los barrios porteños a la hora de asignarles un nombre de mujer, como lo han circunscripto solo a Puerto Madero. Damas que han sido Reinas en lo suyo. Como María Laura, la nueva Reina de la Vendimia mendocina. La belleza no cosificada con el nombre de un departamento masculino, San Carlos. Dejemos que nos invada el perfume de mujer, para que una fragancia pueda transformar a la flor que nace del árbol. La mujer madre y abuela luchadora, en su casa y en la Plaza de Mayo. La que decide parir, criar, alimentar y educar. La que tiene la fuerza necesaria para trabajar adentro y afuera. La que decide por su sexualidad y su futuro. Por todo eso, decimos que hoy es Dominga. En homenaje a la mujer, la dama, la gran creación. El complemento ideal o el comienzo de todo.