El mundo del deporte sigue con atención todas las disposiciones gubernamentales en torno a la pandemia del COVID-19. En el estado de San Pablo, en Brasil, por ejemplo, se suspendió el fútbol en medio de un aumento fuerte de los contagios.

Francia también atraviesa una situación compleja y, por eso, la Federación de Fútbol tomó la determinación de no ceder jugadores a selecciones extranjeras. Pero, el pasado jueves, se tomaron medidas restrictivas más fuertes que incluyen el cierre de todos los negocios no esenciales por un mes en Paris, sede de Roland Garros, y se despertaron los interrogantes.

El que habitualmente es el segundo torneo de Grand Slam del año, que suele disputarse entre mediados de mayo y principios de junio, corre riesgo. En el 2020, como consecuencia del panorama sanitario mundial, debió cambiar su fecha de realización del tradicional mes de mayo a septiembre.

Tras finalizar aquella edición, comenzó a especularse con la posibilidad de que en 2021 también se mueva en el calendario. Desde la Federación Francesa de Tenis, afirmaron hace algunas pocas semanas que el torneo se jugaría en la primavera europea, es decir, en las fechas de siempre. “Nos estamos organizando para intentar asegurar que el torneo se desarrolle en las mejores condiciones posibles y con el mayor aforo posible", afirmó Amélie Oudéa-Castéra, directora general del organismo.

Sin embargo, y antes los recientes hechos, no puede desconocerse que en noviembre pasado, a menos de un mes de haber finalizado la edición 2020 del Abierto de Francia, desde la misma Federación afirmaron que si persistían las dificultades en materia de salud este año, implementarían un plan similar al del anterior.

Las dificultades de jugar en un contexto complejo con medidas restrictivas son muchas. Incluso si se permitiese ingresar al país a los tenistas extranjeros y sus equipos de trabajo sin grandes trabas y se les dejase hospedarse en hoteles, el cierre de comercios no esenciales supondría otra serie de dificultades.

El US Open 2020 se llevó a cabo en medio de una alta cantidad de contagiados en los Estados Unidos, y, aún con medidas menos duras que las que ha tomado Francia, muchos tenistas se bajaron de la competencia y muchos otros decidieron jugar pero presentaron quejas por las dificultades organizativas.

El argentino Guido Pella, por ejemplo, tuvo severos problemas en la preparación para el Abierto de los Estados Unidos en base al complejo contexto. Primero tuvo dificultades para que parte de su equipo pueda acompañarlo al país norteamericano, y luego, por un falso positivo de su preparador físico, quedó excluido del ATP de Cincinnati y perdió una gran cantidad de entrenamientos de cara a su debut en el Grand Slam, donde terminó eliminado en la primera ronda.

El cambio de fechas es una posibilidad que se baraja con seriedad. A pesar de ello, el traslado del torneo de mayo a septiembre implica bastante más que una reorganización de calendario. La situación climática genera modificaciones respecto del modo habitual en el que se ha jugado tradicionalmente Roland Garros. En primer lugar, porque entre septiembre y octubre suelen darse muchas más lluvias en la capital de Francia, por lo que muchos partidos o jornadas completas deben interrumpirse y reprogramarse.

Además, cuando se puede jugar, se juega en un contexto de humedad y frío. Muchos tenistas poco acostumbrados a las bajas temperaturas han hecho publicas sus quejas al respecto. La ex 1° del ranking de la WTA, Victoria Azárenka, protagonizó un recordado cruce con una jueza de silla en la edición 2020 del torneo francés, por este motivo. El partido se detuvo por lluvia y desde la organización pretendían que las jugadoras aguarden que las precipitaciones cesen, dentro de la propia cancha. “No me voy a quedar aquí sentada. No voy a esperar un par de minutos porque tengo frío. Hacen 8 grados, vivo en Florida donde suele hacer calor. Es ridículo, hace mucho frío, qué pasa aquí, sentadas aquí como no sé qué”, expresó en su momento, visiblemente enojada.

Por otro lado, la humedad modifica el peso de la pelota, la cual, además, a partir de un cambio de marca de la misma, dado el año pasado, era ya inicialmente más pesada. Varios jugadores, entre ellos Rafael Nadal, expusieron sus quejas ante tal situación y hasta manifestaron lo riesgoso que era para sus físicos, con especial hincapié en el incremento de los dolores en el hombro y el codo. La construcción de un techo retráctil para el Phillipe Chatrier, la cancha principal de Roland Garros, aminoró las críticas en cuanto al viento. Pero, por su altura y su construcción, sigue sin ser asimilable a un estadio indoor y, por ende, los fenómenos climáticos se sienten de todos modos.

El año pasado, la alternativa de la cancelación definitiva del campeonato, tal como terminó sucediendo con Wimbledon, era concreta. El plan de contingencia para que se juegue meses más tarde terminó, aunque con algunos inconvenientes, siendo viable. En este caso, el hecho de que no se juegue parece menos probable, sobre todo con el antecedente de lo sucedido en el 2020. Todavía no hay una decisión concreta, pero desde la Federación Francesa de Tenis y el gobierno de Paris analizan alternativas.