Lo que pasó el miércoles en Barranquilla no pasó desapercibido en absoluto. El partido que jugaron Junior y River, en medio de una manifestación social que incluyó una fuerte represión policial, fue un escándalo. El intento de tapar la crisis con el fútbol fue claramente contraproducente.

El resultado fue un encuentro manchado, en el que se filtraron por la transmisión de televisión los ruidos de las detonaciones en el exterior. Los propios jugadores se vieron afectados.

En la previa, con el miedo de ver vulnerada su seguridad tanto en el hotel como en el viaje a la cancha, en el propio estadio, al escuchar el caos que se generaba en los alrededores y durante el propio partido, al tener que interrumpir el juego porque los protagonistas no podían ver como consecuencia de los gases lacrimógenos que el viento traía de las cercanías.

No fue el único sitio donde hubo conflictos. En Pereira jugaron Atlético Nacional y Nacional de Montevideo. El partido se atrasó una hora porque no estaban dadas las condiciones como para que los jugadores visitantes dejen el hotel.

Los manifestantes, para hacer oír su reclamo, se apostaron directamente en el sitio en el que concentró la delegación uruguaya. Exhibieron banderas con consignas claras: “El gobierno roba, la prensa miente, la policía mata” o “Con luto no se juega”.

Ya en el encuentro, todo quedó aún más expuesto con el reclamo del capitán de Nacional, Gonzalo Bergessio. En el sorteo previo al encuentro le dijo al capitán de Atlético Nacional que ellos esperaban “más empatía” por la situación vivida. Incluso, el trasfondo quedó más sobre la mesa a partir del intento desesperado del árbitro del encuentro, Diego Haro, de callar al jugador argentino.

A las autoridades de CONMEBOL y del gobierno colombiano, el tiro les salió por la culata. El intento de mostrar que podía jugarse al fútbol a pesar de la situación dramática que vive Colombia no hizo más que exhibir para el gran público del fútbol lo difícil del contexto de aquel país. Algo que hasta el momento podía quedar limitado a aquellos interesados en la política sudamericana.

En consecuencia, durante la misma noche y la mañana siguiente a los mencionados episodios, comenzaron a llegar a la entidad que nuclea al fútbol por estas latitudes los llamados de quienes inclinan la balanza: los sponsors y patrocinadores.

Muchas de las grandes empresas que pensaban invertir en publicidad en el gran torneo de selecciones sudamericanas, manifestaron su voluntad de retiro del evento, si se insiste con mantener la sede en Colombia.

Ninguna marca quiere exponerse a quedar ligada al conflicto social, la represión y muerte de manifestantes. Pero tampoco ven productivo poner dinero para promocionarse en un evento al que los propios hinchas locales se oponen.

Por eso, a pesar de que hace menos de dos días se presentó la canción del torneo, como parte del proceso de ratificación de las sedes, la CONMEBOL analizar dar marcha atrás y buscar otra solución.

La Copa América iba a celebrarse en Argentina y Colombia, pero ante esta situación surgen muchas posibilidades. Cabe la chance de que solo se celebre en territorio nacional, pero parece la más improbable.

Ya existieron contactos de tres países con las autoridades del fútbol sudamericano para ofrecerse como potenciales reemplazos de Colombia, ya sea como sede única o junto a nuestro país. Dentro de ellos, hay dos que pican en punta: Paraguay y Uruguay.

La relación entre el gobierno paraguayo y la CONMEBOL, que tiene su sede en Asunción y a un presidente de dicha nacionalidad, es muy fluida. De hecho, los encuentros que no han podido celebrarse en su país original, ya sea por la situación sanitaria o la semana pasada por el conflicto social en Colombia, se jugaron en Paraguay sin inconvenientes.

También existe una gran relación de la entidad que va a tener que tomar una decisión con el gobierno de Luis Lacalle Pou, mediador fundamental para la consecución de unas 50 mil vacunas Sinovac para aplicar dentro del mundo del fútbol sudamericano. Una retribución por dicha negociación ha sido nombrar a Montevideo como sede de la final de la actual edición de la Copa Libertadores.

La Copa América podría ser otra. A pesar de querer mantener las formas y las alianzas con Colombia, desde la Confederación Sudamericana de Fútbol entienden que deben priorizar lo económico. La pandemia trajo muchas dificultades en ese sentido.

Entre otras, la propia postergación de la Copa América que iba a jugarse el año pasado y el hecho de que tenga que hacerse sin público. Por eso, si quienes ponen el mayor flujo de dinero presionan, seguramente reciban lo que pidan.