La desaparición de Maia es un hecho tremendo, dramático, y se lleva la atención de la gente por la desesperación que conlleva en todo el mundo que una niña de siete años, esté en poder de un sujeto con atencedentes de abusos sexuales a menores.

Pero la cuestión requiere un análisis un poco mas profundo en materia de seguridad pública. ¿Como es posible que una persona sin capacidad de logística, infraestructura, respaldo de una banda organizada, eluda la búsqueda intensa por parte del Estado durante todo este tiempo?

Si de este modo desaparece un cartonero sin recursos ¿que pasa con un prófugo con dinero y recursos? Claramente no aparece nunca más.

En estos días de restreo aparecieron testigos, imágenes de cámaras de seguridad, rastros como bicicletas y ropa del secuestrador, todo en diversas localidades que sirven como ruta y guían la búsqueda. 

En medio el dramatismo crece. El hermano del secuestrador declaró que abusa de cuanta niña puede y recién ayer trascendió que el año pasado había sido denunciado por abusar de una menor de su propia familia.

Pero el caso Maia exhibe la desnudez del Estado frente a un simple cartonero, que ni siquiera se sabe si es consciente de que lo están buscando. Fuentes de la investigación sospechan que no, que la forma en que se conduce podría indicar que no miró televisión en estos días, y que simplemente se traslada quien sabe con que fin. Eso expone que ni siquiera se estaría escondiendo. E incluso así, la combinación de todas las fuerzas estatales, lleva días sin encontrarlo.