La situación en Ezeiza fue tensa. La empresa American Airlines suspendió un viaje a los Estados Unidos, con todos los pasajeros en el aeropuerto, cargados con sus maletas y esperando abordar. Lo hizo, porque tenía vendidos menos pasajes de lo esperado y el vuelo no le resultaba rentable. Por cierto, quienes estaban allí, boleto en mano, pretendían abordar y la cuestión se recalentó en minutos.

¿Cómo lo resolvió la línea aérea? Bueno, simplemente mintió, les dijo a los pasajeros que el vuelo lo había suspendido el gobierno. Deleznable.

Desde hace tiempo que la rentabilidad de las empresas aerocomerciales es dudosa. La pandemia y la restricción de vuelos en todo el mundo agravó la situación de muchas. Es comprensible. Las aerolíneas, durante este período de restricciones, exigieron apertura, reclamaron frecuencias, y cuando lo obtuvieron, ofrecieron a los clientes pasajes abiertos, listos para ser cambiados sin costo, a lo largo de un año. Claro, la gente tiene sus reparos para volar y había que atraerla.

Con el recrudecimiento de los contagios en el mundo, los turistas se autolimitaron, se venden mucho menos pasajes. Las personas temen al contagio y también a quedar varados, tanto si el país de origen o el de destino, deciden cerrar los aeropuertos.

Y las empresas se la juegan, venden todo lo que pueden hasta último momento, y si no completan un porcentaje del pasaje que haga al vuelo rentable, lo suspenden a último momento. Aprovechan luego para comunicar la anulación, el descrédito en que han caído los gobiernos en esta pandemia, y culpan a las autoridades, para ocultar al consumidor el verdadero motivo: su propia conveniencia financiera.

¿Como decirle a una persona o a una familia, en Ezeiza, con sus maletas, para un viaje tal vez planeado por meses, lista para abordar con su billete en la mano?: “disculpen, se quedan acá, porque este vuelo no nos conviene”. Mejor culpar al gobierno, total existe la tendencia a descreer de las autoridades.

Pero se trata de una grave falta de lealtad comercial, para con los pasajeros, que deberían conocer la verdad, para que en el próximo viaje puedan optar tal vez, por una compañía mas seria, que realice el vuelo que vendió, incluso cuando no le convenga.

Abusar del descreimiento en las instituciones también es una falta grave, un ataque a la paz social, efectuado en mera protección de sus intereses económicos. Todo ello debería ser adecuadamente sancionado. Los de American de ayer es un caso grave, pero no el único, y las sanciones deberían ser normativas y también de los propios consumidores.