La pandemia mundial ha puesto a los dirigentes políticos en disyuntivas complejas, que ponen en juego diversos aspectos de la administración por un lado y de la política electoral por otro. Y como gobernar es reemplazar un mal, por otro mal pero menor, en situaciones críticas los dirigentes tienen frente a sí, decisiones imposibles.

Horacio Rodríguez Larreta no quiere cerrar nada. Los números de camas de terapia intensiva no le dan tan mal, y si acomete contra el comercio en su distrito destroza a su base electoral: la clase media.

Incluso si acepta la idea de restricciones nocturnas, su hora tope de cierre de locales son las 24 no las 22 como insiste el gobernador bonaerense Axel Kicillof. Eso le permitiría a los restaurantes y lugares de esparcimiento nocturno, que no fallecieron durante el confinamiento 2020, poder mantener su actividad.

Pero las presiones del gobierno nacional y de su par bonaerense, para establecer restricciones mas duras son grandes, y Larreta lo sabe, el aparato de propaganda que puede empezar a funcionar en su contra, si los contagios se multiplican, puede ser feroz.

¿Cerrar mucho, poquito o nada?. La gente, dicen las encuestas, le tiene mas miedo a perder sus ingresos que a contagiarse, pero todos lo sabemos, eso es hasta que se contagia. 

Si cierra, su base electoral se diluye, si no lo hace, se fortalece frente al gobierno nacional, que en definitiva es un rival político, pero si su resistencia puede identificarse con mas contagios, probablemente pague un alto costo. ¿Aguantará?