El féretro con los restos mortales de Nelson Mandela llegó temprano a la sede de gobierno del Union Buildings, donde una multitud que busca despedir por última vez en Pretoria a quien consideran el padre de la Nación obligó a las fuerzas de seguridad a cerrar temporalmente los accesos.

Cuando los visitantes a la capilla ardiente ya superaban el número de 10.000 y en los jardines de la sede de gobierno había otras 6.000 esperando ingresar, la policía debió cerrar el acceso tratando de ordenar a la multitud.

En declaraciones a la televisión pública SABC1, la más vista en Sudáfrica, la vocera policial Caroline Naidoo explicaba que con la decisión buscaban "controlar la situación", aunque no brindó precisiones sobre si volverían a abrir las puertas.

A primera hora de esta mañana de viernes nublada y calurosa, un furgón negro transportó el ataúd cubierto por la bandera nacional sudafricana y al llegar al lugar, rebautizado "Mandela" por decisión del actual presidente, Jacob Zuma, una guardia de honor de las tres armas lo trasladó sobre sus hombros hasta donde se erige la capilla ardiente, mientras se entonaba el Himno Nacional.

Compunción y canto, tal los elementos que parecen fusionarse en esta capital administrativa de Sudáfrica. El dolor flota en el aire de cada rincón, pero acompañado por los cantos que suenan con una vaga resonancia del gospel habitualmente escuchado en las iglesias.

La televisión estatal mostró imágenes de todo el recorrido que hizo el vehículo que trasladó por última vez el féretro desde el Hospital Militar hasta el Union Buildings, y a lo largo del trayecto pudo verse a miles de sudafricanos -mayoría negros, pero muchos blancos también- lanzando flores y saludando a Madiba.

Karen, blanca de alrededor de 50 años, confiesa en diálogo con Télam y entre sonrisas que es de "sangre boer" -la minoría étnica descendiente de holandeses que detentó el poder durante el apartheid-, tras lo cual extiende sus brazos en círculo señalando a los negros que están cerca y enfatiza: "Pero este es nuestro país".

"Y estamos acá para honrar el legado de Madiba, el que nos unió y nos hizo libres a todos. Siempre supe que le rendiría honores el día que falleciera y estoy honrada de poder cumplirlo hoy aquí", confiesa emocionada.

Sin embargo, la jefa de comunicación del Gobierno, Tasneem Carrim, trasladó por televisión un mensaje poco alentador para los miles que aguardan sus tres segundos para ver por última vez a Madiba: "Todo el mundo espera tener la oportunidad de decir adiós, pero no siempre es posible", advirtió la funcionaria.

Dudu, una sudafricana negra de 40 años, militante en una iglesia protestante, forma parte de esa multitud que aguarda por ingresar, y al transmitirle que tal vez no logre entrar, explica con un marcado tono de tristeza que es su "última oportunidad para saludarlo".

"Cuando llegó a la presidencia cambiaron muchas cosas en Sudáfrica. El pueblo obtuvo su libertad, casas gratuitas, educación gratuita, hospitales gratuitos. Eso se mantiene, aunque no sé si ahora que murió el país mantendrá su legado", responde al preguntársele que significaba Mandela para ella.

El movimiento de gente es constante, casi como un aluvión incontenible vigilado por una policía militarizada, de extrema dureza aunque corrección en el trato.

Por todos lados se venden retratos de Mandela, brillantes y coloridos, y para los ojos argentinos el contraste entre el dolor y lo festivo por momentos se vuelve incomprensible.

Esos contrastes parecen reflejarse también al escuchar a miembros de la opositora Alianza Democrática, liderada por lo que era el Partido Nacional (los antiguos practicantes del apartheid), que ahora no dudan en asegurar que quisieron a Mandela.

Audrey, un taxista negro de 32 años, explica con ironía que "ahora somos iguales, también los blancos pueden ser pordioseros..."

El gobierno decretó duelo nacional desde la muerte del ex presidente el jueves 5. Hoy será el último día de los funerales que comenzaron el martes en Johannesburgo -donde más de 80 mandatarios se hicieron presentes- y el domingo se realizarán las exequias en Qunu, el pueblo natal de Madiba.