Luchando por salir adelante en medio de la inflación galopante de Venezuela, la escasez generalizada y el desempleo desenfrenado, una joven dejó la ciudad de San Félix por la promesa de un trabajo en lo profundo de los bosques del estado de Bolívar.

La oferta realizada en Facebook prometía un buen salario a cambio de trabajar en un pujante pueblo minero. Una vez allí, sin embargo, rápidamente se dio cuenta de que había sido engañada. En lugar de cocinar, cortar el cabello y lavar la ropa, hombres armados la obligaron a vender su cuerpo a mineros de oro.

Un informe histórico de la ONU sobre abusos de derechos humanos en el arco minero sin ley de Venezuela ha encontrado evidencia de tráfico sexual generalizado y violencia contra mujeres y niños vulnerables en la región. Muchas víctimas son atraídas a las minas con promesas de trabajo y luego convencidas u obligadas a trabajar en el sexo.

“La situación en el estado de Bolívar y otras áreas mineras es profundamente preocupante”, dijo Patricia Tappatá Valdez, autora del informe de investigación, que se presentó en Ginebra esta semana. “Las poblaciones locales, incluidos los pueblos indígenas, están atrapadas en la violenta batalla entre el estado y los grupos criminales armados por el control del oro”.

A medida que la economía de Venezuela se ha derrumbado, obligando a casi 7 millones a huir del país, el presidente Nicolás Maduro ha utilizado las fuerzas estatales y los grupos paramilitares para reprimir a la disidencia y reforzar su control sobre el poder.

El arco minero rico en oro, donde grupos armados colombianos y venezolanos luchan por el control de sus lucrativas minas, se ha convertido en un foco de abusos contra los derechos humanos.

Una vez atraídas a la región, las mujeres y niñas económicamente vulnerables son esclavizadas por grupos criminales que roban sus documentos o las amenazan con violencia, violación o humillación pública.

Si bien a los hombres generalmente les cortan las manos o los dedos por violar las reglas de las pandillas, el informe encontró que las mujeres son avergonzadas públicamente. A las trabajadoras sexuales les rapaban el cabello o las desnudaban en público como una forma de humillación por tratar de escapar.

Un testigo le dijo a la misión que en septiembre de 2021 vio al menos a 30 mujeres con cicatrices alrededor de la boca o con las orejas cortadas. Etiquetados como “los descartados”, las pandillas cortaban sus rostros para que fueran menos atractivos para los clientes.

“Entrar en las minas es muy fácil para las mujeres”, dijo otro entrevistado a los investigadores. “El problema es salir de ahí de una pieza”.