La historia es batante conocida. Más allá de la intervención norteamericana y el famoso desembarco de Normandía, la Segunda Guerra Mundial y el fin del nazismo lo determinó el poderoso Ejército Rojo, las fuerzas armadas rusas al mando de Josef Stalin.

Ellos fueron quienes llegaron a las puertas de Berlín desde el oeste mucho antes que los aliados, sitiaron y atacaron Berlín con un alto costo en vidas y entraron a la capital alemana, arrasándola.

Muchos años después empezó a conocerse algo que en realidad fue un método, un arma de guerra para destrozar moralmente al enemigo. El Ejército Rojo llevaba la orden de violar a mansalva mujeres alemanas. Una dos millones fueron ultrajadas en la toma de Berlín.

Muchas investigaciones y obras publicadas dan cuenta de ese horror. Berlín, la caída: 1945, del historiador británico Antony Beevor y se realizó en el 2014 la película Una mujer en Berlín (basada en el libro autobiográfico que se le atribuye a la periodista Marta Hillers).

También está el documental BeFreier und BeFreite (Los libertadores se toman libertades) de 1992, donde muchas de las alemanas violadas aquella primavera de 1945 hablaron por primera vez ante las cámaras.

"Violar a una alemana y tener un reloj escamoteado a un alemán eran parte del trofeo de guerra del soldado soviético. Las noches en Berlín eran sinónimo de pillaje, de desenfreno sexual, de erotismo cuartelero, lujuria salvaje. Y como relata Beevor; las madres alemanas buscaban agua en balde al amanecer, cuando los militares dormían, después de las bacanales nocturnas. Las violaban en grupo, con la pistola dentro de la boca, como las ventanas de cristales habían desaparecido por semanas de combates, en las calles se oían los gritos desesperados de las violadas".

Las investigaciones explican que "dos hospitales berlineses tienen registrados de 95 a 1340 mil casos de violaciones en sus archivos, constata Beevor. En total, afirma el historiador británico, se calculan unos dos millones de mujeres violadas y gran porcentaje de forma múltiple". Lo acontecido en Berlín, estima Beevor, es la mayor violación colectiva de la historia.

Todo indica que algo similar podría estar ocurriendo en Ucrania. Según escribe Gaby Hinsliff para The Guardian, la violación se está utilizando como arma en Ucrania. Según Hinsliff: "Como escribe sombríamente la corresponsal de guerra Christina Lamb en su libro Our Bodies, Their Battlefield , la violación es “el arma más barata conocida por el hombre”, que se despliega tan estratégica y deliberadamente como las bombas y las balas. El objetivo es intimidar, degradar y aterrorizar a los civiles y, en algunas culturas, garantizar que las víctimas sean rechazadas por sus propias familias. Pero algunas de las historias que surgen de Ucrania ahora tienen una dimensión particularmente escalofriante, muy familiar en las guerras de limpieza étnica, que es el intento de obligar a las mujeres a tener hijos del ejército invasor".

Los crímenes contra la humanidad en Ucrania que deberán ser investigados, tienen que empezar por las violaciones y el abuso de mujeres y niñas, algo que en siglo XXI no puede ocurrir de ningún modo.