"Hacia el año 2000, todo indicaba que Rusia continuaría sumergiéndose en niveles de desorden y cleptocracia que traían reminiscencias del Zaire de Mobutu Sese Seko. Sin embargo, no dejaba de ser una ex-superpotencia, con ambiciones, personal y recursos suficientes para evitar una vergüenza completa. Vladímir Putin, un vigoroso joven coronel del servicio de seguridad exterior, llegó al poder en una suerte de autogolpe concebido para proteger de la persecución o de un sino aún peor a un Yeltsin ya muy desmejorado físicamente, así como a su familia supuestamente enriquecida en magnitudes fabulosas. Putin ha demostrado ser leal, implacable con sus enemigos, pero también políticamente lúcido y desprovisto de la menor ilusión con respecto a la bondad de las intenciones liberales estadounidenses. Se ha comportado invariablemente como un soldado que sobrevivió a la derrota y busca oportunidades para presentar batalla otra vez25. Primero las encontró en los crecientes precios del petróleo y después en las trampas en que Washington se dejó caer voluntariamente en Oriente Medio y en el resto del mundo.