El punto de inflexión en matemáticas es el momento en el cual la función cambia de tendencia. Una función puede tener varios puntos de inflexión o, quizá, ninguno. La recta no tiene un punto de inflexión. En la recta, Rusia desplegó fuerzas militares y realizó ejercicios en Bielorrusia para torcer la voluntad de los ucranianos de Kiev de estrechar lazos con la OTAN. El eventual asalto, descafeinado por Vladimir Putin, chocó con el escepticismo de su par de Estados Unidos, Joe Biden, y con las dudas de la Unión Europea. El intríngulis mantiene en vilo a todo el mundo frente a la posibilidad de una guerra que, en realidad, nadie quiere.

El Ministerio de Defensa de Rusia ilustra la supuesta desescalada con imágenes de trenes que llevan vehículos blindados y tanques por un puente de Crimea, la península anexada en 2014. No hay carteles. ¿Vuelven a Rusia o van a Ucrania? Otra inquietud, planteada por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg: ¿por qué no se repliegan también las tropas? Porque Putin se resiste al ingreso de Ucrania en la OTAN. El presidente de ese país, Volodymyr Zelensky, se encuentra en medio del atolladero entre el escepticismo norteamericano, las dudas europeas y la salvaguardia de su soberanía.

La guerra, sospechaban Biden y los líderes europeos, iba a comenzar el 16 de febrrero. El embajador ruso ante la Unión Europea, Vladimir Chizhov, repuso: “Las guerras en Europa rara vez empiezan un miércoles”. El vocero del Kremlin, Dmitry Peskov, apeló a otro sarcasmo: dijo que los funcionarios rusos habían dormido bien la noche anterior.

En ese juego de declaraciones cruzadas hubo audiencias de Putin con su par de Francia, Emmanuel Macron, y el canciller de Alemania, Olaf Scholz, mientras continuaban los preparativos militares y los movimientos de trebejos. Entre avances, retrocesos y enroques, la tensión Este-Oeste sube o baja a tontas y a locas (sin orden ni concierto). El 40 por ciento del gas que consume Europa proviene de Rusia en un año difícil tanto para Macron, por las presidenciales, como para Biden, por la caída de su popularidad y las elecciones de medio término en Estados Unidos.

La OTAN y la Unión Europea nunca empeñaron la palabra de incorporar en forma plena a Ucrania, pero se lo prometieron en 2008. ¿Por qué Putin ordenó ahora el desplazamiento de soldados hacia el último dominio ruso de facto en Europa? Precisamente por eso, explica Alberto Hutschenreuter, doctor en relaciones internacionales y autor, entre otros libros, de La política exterior rusa después de la Guerra Fría y La gran perturbación: política entre Estados en el siglo XXI. Rusia perdería el “capítulo final de la Guerra Fría” y, en términos geopolíticos, dejaría de ser una nación euroasiática para limitarse a ser asiática.

Mientras persiste el fantasma de una guerra y Ucrania denuncia ciberataques falla una regla. La de las cuatro D: diplomacia, distención, desescalada y disuasión. Frente al aprieto, Zelensky podría acceder a una demanda clave de Putin: convocar a un referéndum del cual participarían las regiones incorporadas por Rusia. El propósito de la acumulación de tropas, como ocurre desde 2014 en otras naciones que pertenecieron a la órbita soviética como Bielorrusia, Georgia y Moldavia, es mantener la influencia rusa en desmedro del poder blando aplicado del otro lado del mostrador.

Un poder blando relativo por el aumento de la presencia de la OTAN en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia. La Duma (Parlamento de Rusia) inició los trámites para reconocer los territorios separatistas de Ucrania. Otro desafío en la región sudeste de Donbas para Ucrania, Estados Unidos y la Unión Europea porque no se ajusta a los acuerdos de Minsk, negociados por Francia y Alemania en 2015 para acallar las armas y devolver a Ucrania el control de sus fronteras con Rusia después de la toma de Crimea. El punto de inflexión se bambolea en el clásico de León Tolstói, Guerra y paz. O viceversa.

Jorge Elías

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