Los norteamericanos durante su invasión a Afganistán, buscaron crear un ejército afgano que pudiese controlar el país cuando ellos se retirasen. Pero lo que debilitó a ese ejército fue la corrupción de los propios afganos.

La forma en la que se hacía la contabilidad era preguntarles a los jefes de las regiones cuántos soldados tenían y, con base en eso, calcular los gastos y los salarios, y esos datos siempre estaban inflados, para "quedarse con el vuelto en dólares".

De ese modo, de los 300 mil soldados con los que aparentemente contaba esa fuerza, soló 200 mil eran totalmente reales, se sospecha que entre 80 y 100 mil, eran parte del entramado de corruptela que llenaba los bolsillos de los popes militares locales.

Por otro lado, respecto de los soldados existentes, muchos sostienen que sus pagas no llegaban a tiempo y a veces nunca y no era porque los norteamericanos no hiciesen llegar el dinero, sino porque los jefes se lo quedaban. Esto genetó además que muchos soldados vendiesen su armamento a los propios talibanes para sobrevivir. 

Esos mismos jefes además, aceptaban el sueldo pagado por los norteamericanos, pero también los sobornos de los talibanes pa obtener información primero y para rendirse sin pelear cuando llegó el momento.