El bombardeo con más ví­ctimas tuvo lugar en la localidad de Sinyar, a 90 kilómetros al oeste de Mosul, donde fueron atacados la sede del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) -tomada por los rebeldes sunnitas del EI- y un convoy de los yihadistas en el Monte Sinyar, lo que provocó al menos 73 muertos.

En uno de los vehí­culos del convoy viajaba un destacado lí­der del grupo, informó el jefe de seguridad de la provincia de Ní­nive, Mohamed al Bayati.

Los ataques dejaron también gran número de heridos entre las filas del EI -grupo que busca instaurar un califato en la región y protaganiza un arrollador avance hace semanas que desdibuja la integridad territorial del país asiático- y causaron daños materiales en vehí­culos y armamento.

Según Al Bayati, otros dos misiles atacaron una posición del EI en la zona de Al Kaiara, a 50 kilómetros al sur de Mosul, lo que provocó la muerte de ocho combatientes, entre ellos un dirigente radical.

El uniformado explicó que son los aparatos de guerra iraquí­es los que llevan a cabo bombardeos contra posiciones del EI, mientras que la aviación estadounidense centra sus ataques en las proximidades de Erbil, capital de la región autónoma del Kurdistán.

La ofensiva yihadista en el norte de Irak se afianzó con la toma de Mosul, la segunda ciudad del paí­s, el pasado 10 de junio, fecha desde la que el grupo radical continúa sus conquistas con el objetivo de ampliar el califato que proclamó en los territorios bajo su control en Irak y la vecina Siria.

La rebelión en el interior del país dejó fuera del control del Gobierno central una buena parte del norte del paí­s y provocó una crisis polí­tica que complicó la elección de las nuevas autoridades iraquí­es que debí­an ser designadas tras los comicios parlamentarios de abril pasado.

Ayer, el presidente iraquí­, Fuad Masum, dio la orden al chiita Haidar al Abadi, dirigente de la coalición Estado de Derecho, de formar gobierno en su rol de primer ministro recientemente designado en sustitución de Nuri al Maliki.

La jugada política recibió el inmediato apoyo de Washington ya que "representa las aspiraciones del pueblo iraquí mediante la construcción de un consenso nacional que rija de manera inclusiva", según un comunicado de la Casa Blanca.

Hoy, el presidente Barack Obama consideró "prometedor" el relevo, mientras el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, dijo que su país considerará los pedidos de asistencia militar y de otro tipo una vez que Al-Abadi forme un gobierno para unir el país.
La decisión de Masum también recibió el apoyo de Irán -tradicional antípoda diplomática de Washington-, donde el secretario del poderoso Consejo Supremo de Seguridad Nacional, Alí­ Shamjaní­, dijo que la república Islámica "apoya los procedimientos legales que preparan el camino para la elección de un nuevo primer ministro iraquí­".

Sin embargo, Al-Abadi aún enfrenta una complejo escenario político puesto que Al-Maliki se niega a dar un paso al costado tras ocho años como primer ministro, en los que marginó a la minorí­a sunnita e irritó a Washington y Teherán.

Al Maliki, quien anteayer desplegó al Ejército en puntos clave de Bagdad y anunció en un combativo discurso que llevaría a Masum a los tribunales por no atenerse al plazo constitucional para encargar gobierno, pretende seguir al frente al gobierno y sostiene que el nombramiento de Al Abadi es anticonstitucional.

Hoy, Al Maliki exhortó al Ejército y la Policí­a a quedarse al margen de la crisis polí­tica y limitarse a sus funciones de mantener la seguridad y proteger el paí­s y para "evitar que los yihadistas aprovechen la situación".

Añadió que "algunos querrán aprovecharse de la situación actual moviéndose a sus anchas dentro de las regiones para saquear las instituciones estatales", e hizo un llamamiento para que se refuercen las posiciones militares.