Durante décadas, Indonesia le pidió a las mujeres que querían ingresar en cualquiera de las ramas de su ejército una prueba de virginidad que consistía en un examen con varios dedos para comprobar si el himen estaba intacto.

Fallar suponía el rechazo de la aspirante y el fin de una posible carrera militar. En algunos casos, el requisito se extendía a las prometidas de oficiales que debían pasar por el mismo proceso antes de casarse y demostrar que la delgada membrana adherida a la pared vaginal estaba intacta.