Cerca del 60 por ciento de la capital de Filipinas, donde viven unas 12 millones de personas, permanece inundada y los equipos de emergencias y el Ejército reparten comida, agua y ropa a casi 850.000 personas desplazadas o aisladas a causa de las lluvias del monzón que comenzaron hace 11 días.

Ayer el Consejo Nacional para la Gestión de Desastres y la Reducción del Riesgo informó de la muerte de once personas, lo que eleva a 64 el número de fallecidos desde que comenzaron las constantes lluvias a raíz del paso del tifón `Saola` por el norte de la isla de Luzón a finales del pasado julio.

Los colegios y muchos comercios continúan cerrados por segundo día consecutivo. Mientras, el Ejército, la Policía y las autoridades municipales tratan de distribuir ayuda.

El ministro del Interior, Jesse Robredo, indicó que el gobierno empezó a preparar planes para reubicar de forma permanente a las personas que viven junto a ríos y en zonas costeras a fin de limitar las muertes y los daños materiales que se puedan producir durante el resto de la época del monzón y de tifones.

Las lluvias del monzón, que se producen cada año en Filipinas, esta vez son más intensas a causa del tifón `Saola` y de la tormenta tropical `Haikui`, que pasaron por el mar de Filipinas esta semana.

Pero la oficina meteorológica nacional prevé que este jueves las precipitaciones disminuirán considerablemente porque `Haikui` ya tocó tierra en China, y hoy redujo el nivel de alerta por lluvias, si bien en las últimas 24 horas el nivel de precipitaciones se elevó hasta alcanzar los 390 milímetros, frente a los 323 milímetros registrados el día anterior.

El mayor nivel de precipitaciones, 454 milímetros, se registró en septiembre de 2009, cuando el 80 por ciento de Manila quedó inundada. Más de 700 personas murieron y se produjeron daños materiales valorados en 1.000 millones de dólares.

En cuatro provincias próximas a Manila, entre ellas Bataan y Pampanga, productoras de arroz, se declaró el estado de calamidad.