Desde el dormitorio de la escuela, las chicas escucharon los disparos en una aldea cercana. Así que cuando irrumpieron los uniformados armados y les prometieron rescatarlas, primero sintieron alivio. "No tengan miedo, somos soldados ", recuerda una chica de 16 años que dijeron. "No les va a pasar nada", agregaron.

Los hombres armados les ordenaron a los cientos de alumnas de la escuela secundaria pública para niñas de Chibok , en el norte de Nigeria, que se reunieran afuera. Los hombres entraron en la despensa escolar, sacaron todos los alimentos guardados y después le prendieron fuego al edificio.

"Empezaron a gritar «Allahu Akhbar» (Alá es grande)", relató la chica de 16 años. "Y entonces, supimos." Lo que supieron era escalofriante: esos hombres no eran en absoluto soldados. Eran miembros del grupo extremista islámico Boko Haram que, en abril pasado, secuestró a todo el grupo de chicas y se las llevó en camionetas al interior de una tupida selva.

Tres semanas después, 276 de esas chicas siguen desaparecidas. Por lo menos dos murieron por mordedura de víboras y otras 20 están enfermas, según un intermediario que está en contacto con los captores. Sólo unas pocas escaparon.

Su desesperante situación -y el fracaso de los militares nigerianos para encontrarlas- ha puesto el foco de la atención internacional en la escalada del extremismo islámico en Nigeria, que en lo que va del año ya se cobró 1500 víctimas.

Boko Haram, cuyo nombre significa "la educación occidental es pecaminosa", se adjudicó, a través de un video divulgado anteayer, el secuestro masivo de las chicas y amenaza con venderlas.

La joven de 16 años que dio su testimonio a la agencia AP, pero prefirió mantener el anonimato, es una de las 50 que ese funesto día lograron escapar.

La secundaria de Chibok se encuentra en el remoto y escasamente poblado nordeste de Nigeria, un país de 170 millones de habitantes y con una creciente división entre el Norte, dominado por los musulmanes, y el sur cristiano. Como todas las escuelas del estado de Borno, la de Chibok, un colegio secundario de elite tanto para chicas musulmanas como cristianas, había sido cerrada debido a los ataques violentos de Boko Haram, pero reabrió sus puertas para que las alumnas del último año rindieran examen.
Alrededor de las 23 del 14 de abril, un funcionario del gobierno local, Bana Lawal, recibió la alerta en su celular: le dijeron que 200 milicianos fuertemente armados se dirigían hacia el pueblo en 20 camionetas y más de 30 motos.

Lawal alertó a los 15 soldados que custodian Chibok y despertó a los residentes del pueblo para que escaparan al monte y las colinas circundantes. Los soldados enviaron un S.O.S. a los destacamentos más cercanos, a 48 kilómetros de distancia, una hora de manejo por camino de tierra. La ayuda nunca llegó.

Cuando los extremistas arribaron, dos horas después de la alerta, los soldados de Chibok los enfrentaron valientemente, dijo Lawal. Y aunque inferiores en número, lograron contener a los insurgentes durante una hora y media, en espera de refuerzos. Uno de ellos perdió la vida. Cuando se quedaron sin municiones, corrieron por sus vidas.

La chica que escapó relató que eran demasiados para estimar un número. Así que incluso cuando advirtieron que los hombres eran extremistas islámicos, obedecieron sus órdenes. Los hombres incendiaron las instalaciones y subieron a las chicas a la parte posterior de las camionetas. Los vehículos atravesaron tres aldeas, pero luego el auto con milicianos que los escoltaba se rompió. Ahí fue que la chica y su amiga saltaron para escapar.

La adolescente contó que otras compañeras discutían. Una dijo: "¡Deberíamos irnos! Yo me bajo. Si me quieren matar, que me maten. Igual no sé qué piensan hacer conmigo". Cuando saltaron, el auto volvió a funcionar. Prendió sus luces. Las chicas no sabían si los captores podían verlas, así que corrieron al monte y se escondieron.

"Corrimos y corrimos", dijo la chica, que siempre se vanaglorió se ser más rápida que sus hermanos. "Por eso me salvé. No tenía tiempo de tener miedo. Yo corría y nada más."

Un par de chicas más se subieron a unas ramas bajas y esperaron hasta que los vehículos siguieran camino. Después, se reunieron en medio del monte y volvieron juntas hasta la ruta. Un hombre que pasaba en bicicleta las acompañó de vuelta hasta Chibok. Allí las esperaban con lágrimas de alegría.

Mientras tanto, los padres cuyas hijas siguen secuestradas están desesperados. Entre sollozos y con la respiración entrecortada, la madre de una chica de 15 años dijo haber perdido toda confianza en las autoridades. "Estoy desconsolada, porque el gobierno no cuidó a nuestras hijas antes y tampoco se está ocupando ahora", dijo la madre.

La joven que escapó sigue pensando en sus compañeras. Por momentos tiene miedo y en otros siente bronca. "Realmente tuve suerte y debo dar gracias a Dios por eso", dijo. "Pero Dios tiene que ayudarlas a todas... Los padres están desesperados. Todos lloran, todo el día."



Fuente AP