Rusia ha hecho del desarrollo del Ártico una prioridad estratégica, cifrando sus esperanzas de supremacía en la región con una flota de gigantescos rompehielos de propulsión nuclear.

Mientras tanto, el pequeño asentamiento minero de Pyramiden ayuda a Moscú a retener una huella en el archipiélago noruego de Svalbard, muy por encima del Círculo Polar Ártico.