Después de una larga batalla, Portugal aprobó la ley que legaliza la eutanasia para personas en gran sufrimiento y con enfermedades incurables, uniéndose a solo un puñado de países en todo el mundo. El tema ha dividido al país profundamente católico y fue fuertemente opuesto por el presidente conservador Marcelo Rebelo de Sousa, un devoto feligrés.