Tres latigazos en una semana: la Corte Suprema de Estados Unidos dejó de reconocer el aborto como una prerrogativa constitucional, revocó la ley de Nueva York que restringía el derecho de portar armas y, en un país que se vanagloria de ser laico desde su fundación, acortó la separación entre la Iglesia y el Estado al permitir que fondos públicos sean utilizados para mantener escuelas religiosas. Las sentencias del máximo tribunal, dominado por la mayoría conservadora heredada del gobierno de Donald Trump, despertaron indignación y aplausos por partes iguales. Señal de una polarización que excede el ámbito judicial.