El año 2020 fue la panacea de los estudiosos del rumor. Dos eventos extraordinarios, uno de ellos cataclísmico, fueron la fuente de miles de rumores que circularon por los diversos recursos que otorga internet, a velocidades siderales.

Por otro lado, el recurso utilizado por los estados para controlar la pandemia de Covid-19 fue medieval: encerrar a la gente en sus casas todo lo que sea posible. Las personas, sin trabajar, sin estudiar, todo el día en las cuatro paredes de su domicilio, se volcó masivamente a las redes sociales, para saber que pensaban los demás, que estaba pasando en Moscú, Bogotá o Canberra. Gentes que accedían a sus redes periódicamente, o que ni siquiera tenían cuentas en ellas, pasaron a estar conectadas todo el día, y a ser receptores primero, divulgadores después y coautores luego, de toda clase de rumores.