La Administración de Xi Jinping no desea involucrarse de lleno en el conflicto en Ucrania: prefiere mantenerse como una potencia económica frente a un gobierno estadounidense que lucha por combatir sus propios problemas internos: una inflación del 7,9%, la crisis económica derivada del COVID-19 y una migración no controlada.

Para mantener una economía sin tantas presiones inflacionarias y en el mayor crecimiento posible, China ha recurrido a la vieja pero a veces eficaz estrategia de darle mayor peso al Estado.

De hecho, sus principales receptoras de crédito son empresas estatales que generan el 22% del Producto Interno Bruto (PIB) y absorben el 55% de la deuda corporativa total, apunta Eugenio Anguiano Roch, exembajador de México en ese país y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

"El Estado chino moviliza suficientes recursos para contrarrestar la crisis actual y sostener el crecimiento económico. Además, cinco administradoras estatales de fondos rescatan regularmente a los bancos", dijo el también economista durante el XXII Seminario Crédito público y privado: experiencias nacionales y globales en la crisis actual, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Esto no quiere decir que China no tenga un sólido sector privado. En las décadas de 1980 y 1990, recuerda la UNAM, se crearon bancos comerciales y se instituyó formalmente al Banco Popular de China como organismo central.

"El objetivo primero fue captar la liquidez necesaria para un crecimiento económico rápido y sostenido, y tener los mecanismos de intervención modernos para fondear a las empresas estatales, mixtas y privadas", explica Anguiano Roch.

A precios de 2010, el PIB de China en dólares estadounidenses creció a una tasa media anual de 10,8%, de 1982 a 2020. En esos 38 años creció más de 29 veces, colocando al gigante de Asia como la segunda economía más grande del mundo, sólo detrás de Estados Unidos, a precios actuales, señala la UNAM.