El primer ministro de Australia, Scott Morrison, acusó a China de apuntar con un láser a uno de sus aviones de vigilancia, refiriéndose al incidente como un "acto de intimidación".

Morrison le dijo a los medios que su gobierno no había recibido una explicación de China sobre el incidente ocurrido el 17 de febrero, que Australia consideró “peligroso e imprudente”.

El departamento de defensa de Australia dijo que el láser, procedente de un buque de guerra chino, tenía "el potencial de poner en peligro vidas".

“Creo que el gobierno chino espera que nadie hable sobre estos actos de intimidación agresivos”, dijo el domingo el ministro de Defensa australiano, Peter Dutton, y calificó el incidente de “muy agresivo”.

Beijing desestimó las acusaciones como "falsas" y defendió los movimientos del barco chino como "navegación normal... de acuerdo con el derecho internacional pertinente".

Un portavoz del Ministerio de Defensa de China también afirmó que un avión de patrulla P-8 australiano se había acercado a 4 km (2,5 millas) del barco y se había involucrado en "provocaciones maliciosas" que "representaban una amenaza" para la seguridad.

“Instamos a Australia a que respete los derechos legítimos de los barcos chinos en áreas marítimas relevantes de acuerdo con el derecho internacional y deje de difundir información falsa relacionada con China”, dijo el lunes el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Wang Wenbin, en una rueda de prensa.

China había sido acusada en 2019 de apuntar a aviones australianos utilizando láseres de grado militar sobre el Mar de China Meridional.

Las relaciones entre China y Australia han caído en picada en los últimos años después de que Morrison pidiera una investigación independiente sobre los orígenes de la pandemia de coronavirus, que se informó por primera vez en la ciudad china de Wuhan.

China respondió imponiendo aranceles a productos australianos por valor de miles de millones de dólares, lo que arrastró a ambos países a un enfrentamiento comercial prolongado.

Beijing también reaccionó con furia el año pasado cuando Canberra se unió a un pacto de defensa trilateral con Estados Unidos y el Reino Unido que le permitiría adquirir submarinos de propulsión nuclear para contrarrestar el creciente poderío militar de China en la región de Asia-Pacífico.