Por Lorena Di Geso



Supongo que pocas veces en la vida se cuenta con el privilegio de contemplar una obra tan majestuosa en uno de los templos líricos de oro que alberga a las estrellas más brillantes: los artistas de cuerpo y alma.

Mientras un reloj gigante al costado del escenario llena el espacio, me sorprende que, cual parte del utilitario escenográfico, un hombre totalmente vestido de negro se mantiene inmóvil, sentado al pie de las agujas.

En ese suceder, un vestido rojo que pende de una percha ilumina la visión de los espectadores en un ‘fondo de pantalla’ totalmente blanco.

Así comienza la versión de La Traviata, de Giuseppe Verdi, que cobró vida en el Metropolitan Opera House (MET) de Nueva York, como cierre de su última temporada.

Una puesta de vanguardia, pero no menos imponente, con una Violeta Valery cuyos tacones se calza la grandiosa soprano francesa Natalie Dessay.

Desde la Argentina, tal como nos tiene acostumbrados, el Teatro Nacional celebró esta transmisión en vivo en HD, en abril último.

Los inextricables vericuetos del amor apasionado y su imagen frente a los ojos críticos de los ajenos, contra un tiempo demasiado efímero que corre a los amantes, cual fiera hambrienta a su presa, se expresan aquí con un intenso dramatismo aceitado a la perfección entre orquesta, un populoso coro, la ambientación tri-cromática, y los personajes centrales, que decoran con esmero un canto atravesado por una actuación impecable.

Las circunstancias me llevaron a disfrutarlo en Manhattan, pero –afortunadamente- todos podemos darnos hoy ese lujo desde nuestro propio país con las transmisiones que realiza la Fundación Beethoven de Argentina en el El Nacional. Diría que es imperdible.