Nació el 25 de agosto de 1912 en Sama de Langreo, en Asturias, allá en el norte de España, a poco más de 20 kilómetros de Oviedo y Gijón. Su padre se llamaba Narciso Ibáñez y era actor. Su madre, Consuelo Menta, era cantante. Indudablemente ese pequeño tenía los genes bien puestos, ya que desde temprano le tiró la historia de subirse a las tablas y actuar.

Debutó en una de las giras que llevaban a cabo sus padres y de inmediato generó una conmoción. Como al padre lo llamaban Narcisón, el niño fue Narcisín. Nadie imagino siquiera que ese pequeñuelo gracioso y con cara de bueno se convertiría con los años en el dueño del terror, en el fabuloso y temido…Narciso Ibáñez Menta.

Narcisín bailaba, recitaba, cantaba y salía de gira. Era un niño prodigio, todo un suceso.

Narcisín, el pequeño actor se convirtió en ídolo. Llegó a Buenos Aires cuando tenía 7 años y en 1919 debutó en una zarzuela llamada “Los granujas”. Formó parte de la Compañía Hispano Argentina y anduvo de gira por el viejo y el nuevo continente. En Estados Unidos protagonizó su primera película, en un género muy alejado del que le daría fama. El film se llamó “Amor y deporte”.

El tiempo fue pasando, inexorable, y Narcisín fue creciendo, hasta que llegó el momento de cambiar la escena, el momento de buscar nuevas alternativas, que serían gloriosas y terroríficas. Ibáñez Menta era fanático de Lon Chaney, el hombre de las mil caras, un actor estadounidense de cine mudo, hábil para el maquillaje y protagonista, por ejemplo, de “El fantasma de la ópera”. Y explotó brillantemente ese fanatismo, solucionando dos problemas con un solo movimiento: empezó su carrera en algo que lo apasionaba y dejó atrás para siempre el recuerdo de Narcisín.

Contó su hijo Chicho Ibáñez Serrador: “Debió crear monstruos para matar al niño y convertirse en un actor normal”. Lo de normal, podríamos discutirlo.

Narciso Ibáñez Menta se radicó en Argentina en 1931 y su permanencia en el país se estiraría por más de tres décadas. “No solo me siento un actor argentino, sino que me siento un hombre argentino”. Se inició con producciones teatrales clásicas como “Dr. Jekill y Mr. Hide”, “El fantasma de la ópera” y “La muerte de un viajante”.

En el 34 se casó. Con una actriz, obvio. Pepita Serrador, la madre de su único hijo Chicho, que sería un reconocido director de cine en España.

No tardaron mucho en aparecer los grandes títulos y las grandes actuaciones. El miedo iba tomando forma. “Una luz en la ventana”, “La bestia debe morir”, “El monstruo no ha muerto”.

En 1949 interpretó al gran maestro argentino Almafuerte, en una película dirigida por Luis César Amadori. Ganó el premio Cóndor de Plata.

En la tv se inició en canal 7 con ciclos plenos de terror. En el 55 protagonizó “Teatro hogareño” personificando a “El fantasma de Canterville”, “El vendedor de ilusiones” y realizó la primera puesta en escena en televisión de la mencionada obra de Arthur Miller “La muerte de un viajante”. En el 58 hizo “Los malditos de la historia” y del 59 al 62 un éxito total llamado “Obras maestras del terror”. Este fue, decididamente, su ingreso al trono del miedo. Allí destacó “Corazón delator”, de Edgar Allan Poe, donde Narciso interpreta a un oscuro relojero.

Narciso Ibáñez Menta, el maestro del terror

En 1959 se entregaron por primera vez los premios Martín Fierro. Narciso ganó como director, en una terna que compartió con su hijo Chicho, director de un ciclo de zarzuelas. También estuvo ternado como actor, pero allí perdió con Pedro López Lagar.

Aparecieron en la pantalla chica “El fantasma de la ópera” (y dale con el fantasma!), “Mañana puede ser verdad” y “El muñeco maldito”, que fue uno de los impactos televisivos del 62. La obra de Gastón Leroux dejó sin gente en las calles a Buenos Aires. La maestría de Narciso demostró algo muy simple: había tomado el poder.

En el 63 volvió a su país de nacimiento y debutó en TV española. Allí hizo “El hombre y la bestia” y un gran éxito llamado “Historias para no dormir”, dirigido por su hijo. En el año 69, llegó a su esplendor en la Argentina. Salió por Canal 9 …”El hombre que volvió de la muerte”.

Elmer Van Hess es víctima del doctor Mortensen. En su laboratorio lo convierte en un autómata, pero no logra borrar su memoria. Van Hess vuelve de la muerte e inicia una serie de venganzas con aquellos que le hicieron mal. Siete serán sus víctimas y siete las ranitas negras que dejará como pista, truco que Narciso volvería a utilizar con un pulpo. Pero no nos adelantemos. “El hombre que volvió de la muerte” llegó a tener 34 puntos de rating. Lo acompañaron Eduardo Rudy, Alberto Argibay, Claudio García Satur, Susana Campos y Erica Wallner. Lamentablemente los tapes de ese programa fueron borrados y no queda casi registro de aquello que fue una conmoción en su momento. Y bueno, es Argentina. En 2007, por canal 13, se hizo un remake con Diego Peretti en el papel de Van Hess.

También produjo dos miniseries: “Un pacto con los brujos” y “El Sátiro”. Se dio todos los gustos: en el 70 personificó a Adolf Hitler en la obra “El monstruo no ha muerto”.

El 22 de abril de 1976 se estrenó en Buenos Aires “Los muchachos de antes no usaban arsénico”, una película de José Martínez Suárez (hermano de Mirtha Legrand) que fue una de las preferidas de Narciso. El elenco estuvo integrado por Bárbara Mujica, Mecha Ortiz y Arturo García Buhr.

Los últimos resplandores del terror televisivo llegaron con “Mañana puedo morir” en canal 13, la famosa “Historias para no dormir” producida en España y por último… “El pulpo negro”.

El pulpo negro

El Pulpo Negro
El Pulpo Negro

“La idea era buena, no quedé contento con la realización”, dijo tiempo después Narciso.

En verdad, según los entendidos, “El pulpo negro” fue una rascada, un intento fallido de explotar la figura de Ibáñez Menta. Beatriz Día Quiroga, una actriz que lo acompañó en muchas obras y tuvo el rol femenino principal en ésta, dijo: “Narciso no se sintió respetado por canal 9”. Se acotaron los presupuestos y se impidió un despliegue técnico superior que hubiera provocado una mejor realización.

El final de la serie fue un papelón.

Es un auto que explota en una carretera, pero parece una escena tomada de Brigada A o vaya uno a saber de qué serie norteamericana. Los autos son distintos, las rutas son distintas. Una vergüenza. Héctor de Rodas, un supuesto escritor de novelas policiales averigua los antecedentes criminales de cuatro personas aparentemente respetables y los contrata para matar a cuatro personas elegidas al azar, dejando en el lugar como única pista un pulpito negro de goma. Con ese material el señor de Rodas piensa escribir el libro “Teoría y práctica del crimen perfecto” basado en la premisa de que nada liga a las víctimas con sus ejecutores.

Bonus track

Narciso tenía otra pasión, la filatelia. El arte de coleccionar estampillas. Narciso tenía predilección por los sellos argentinos clásicos.

Narciso hablaba con Lidia Haydee Rojas, su tercera esposa, con la que se casó en 1959. Ya contamos la historia con Pepita Serrador y nos falta mencionar a su segunda esposa: la actriz Laura Hidalgo, con la que contrajo matrimonio en el año 50.

Por último, la famosa frase de un comercial. En 1985, Narciso fue contratado para hacer una publicidad televisiva del purificador de aire Spar. La frase final entró en la mitología.

Adiós fantasmas!!!

Narciso Ibáñez Menta murió en Madrid, el 15 de mayo de 2004, a los 91 años. Fue un verdadero maestro del terror. Un apasionado que podía pasarse cinco o seis horas maquillándose para poder construir una cara y así jugar al horror. La voz de Narciso era muy inquietante.  A muchos les ha impedido el sueño profundo. En cualquier pesadilla podía aparecer el hombre que volvió de la muerte. Narciso Ibáñez Menta fue el dueño absoluto del terror.