La historia se desarrolla en París en los años inmediatos al final de la primera guerra mundial. Louise Kerlak regresa a la capital y en busca de un trabajo presencia el asesinato de un policía amigo de su padre, muerto en circunstancias dudosas. Culpada de esa muerte, Louise decide tomar la identidad de su hermano para ingresar en la policía, probar su inocencia y limpiar el nombre de su padre.

En medio de la vida artística parisina el argumento combina la historia de la protagonista con los crímenes de un asesino en serie que tiene como víctimas a jóvenes que posan para los pintores de Montparnasse. En esos dos focos avanza la serie con algunas escenas que recuerdan al clásico que fue “Victor Victoria” (la película de Blake Edwards con Julie Andrews).

La actriz, Laura Smet, compone acertadamente la dualidad de su personaje que durante el día desarrolla su investigación como un  hombre y por la noche se infiltra en la sociedad que debe indagar como mujer. La ambientación es muy lograda, con una puesta muy cuidada en los detalles, también vemos desfilar a figuras de la época  como la diseñadora Coco Chanel, Kiki de Montparnasse (una de las modelos y musas más célebres), el fotógrafo estadounidense Man Ray o el escultor italiano Modigliani.

El guión está bien construido y la serie que navega entre distintos géneros tiene el atractivo y la seducción propia de los excéntricos años ’20.

Son sólo seis capítulos que hacen de esta serie un producto altamente “maratoneable”, tiene la duración justa para que al final, con un dejo de nostalgia, empecemos a pensar de que manera Louise podría volver para una segunda temporada.