Esta es la vida de una transgresora, el símbolo sexual de varias generaciones, una mujer llena de timidez que se convirtió en la bandera de la desnudez y el erotismo.
Nació en Concordia, Entre Ríos, el 9 de julio de 1935, y fue bautizada como Hilda Isabel Gorrindo. Hija del prontamente apartado de su vida, Antonio Francisco Gorrindo, y de María Elena Sarli, dueña de una fuerte personalidad, el baluarte indudable de la vida de su hija a la que ella misma apodó Coca.

Isabel Sarli

Cuando el padre se fue a buscar fortuna en otros sitios, Coca y su madre se instalaron en Buenos Aires. La niña estudió en la escuela 18, Rafael Herrera Vegas, en la calle Coronel Díaz. 
Ya con la adolescencia inocultable sobre su cuerpo, Isabel se preparó para ser una buena secretaria. Estudió inglés, taquigrafía y dactilografía.

Por esos tiempos amaba platónicamente a Burt Lancaster, pero nunca se imaginó que el arte se cruzaría en su camino. La madre, agria, le hablaba mal de los hombres, le alejaba todo tipo de pensamientos naturales que una jovencita podía tener.

Florecía su figura, pero ella no aceptaba novios. Recordó más tarde: “Mi cuerpo era exuberante y yo trataba de disimularlo”. Convertida en secretaria comenzó a trabajar en una agencia de publicidad.

Y pasó lo que tenía que pasar. 

El viejo truco de que un día faltó una modelo y un productor le dijo las palabras mágicas. 
¿Querés posar? Y el “Ábrete Sésamo” precipitó sendas insospechadas.
Esa actividad de modelo la llevó a un concurso de belleza, el famoso Miss Argentina. 
En 1955 participó y ganó. Y viajó a Long Beach, Estados Unidos, para la gran final de “Miss Universo”.
Antes de partir se entrevistó con el presidente de la República, el Gral. Perón, al que poco le quedaba antes del derrocamiento.
Se clasificó entre las 15 finalistas de aquel concurso que ganó Miss Suecia.
Por ese tiempo fue que se casó con Ralp Heinlein, con el que solo estuvo un par de años. Porque el verdadero amor estaba a la vuelta de la esquina, y se llamaba de otra manera.

ARMANDO BÓ 
Nacido el 3 de mayo de 1914 (21 años antes que Isabel), Armando Bó era un actor, productor y director de cine de cierta fama, que en esos días estaba buscando una chica para una película que sería explosiva: El trueno entre las hojas.
Los presentados. 
La primera vez que se vieron, ni fú ni fá.
Isabel decidió participar de esa filmación, impulsada por su verdadero descubridor, el paraguayo Nicolás Bó (que por casualidad tenía el mismo apellido que Armando). El paraguayo estaba perdido ante semejante sensualidad.
Fueron a filmar a la selva paraguaya. Coca fue con la madre. Ya había comenzado el acercamiento pasional con Armando.
Isabel empezó la película sin sospechar lo que le iban a proponer. 
Llegó el momento en el que Armando la impulsó a hacer un desnudo, muy cuidado, en una parte de la película. Isabel dijo una y cien veces no. No se imaginaba sin ropas frente a nadie…y además estaba la madre.
“El agua te va a tapar el cuerpo, lo único que tenés que hacer es moverte. No tengas miedo”. 
Finalmente lo hizo y la madre no se enteró.
Esa escena en el agua la catapultó a la fama. Se convirtió en el cuerpo más deseado del país.

Isabel Sarli, la Venus de las pampas

Doña Elena sospechaba algo de la relación de su hija con Armando, pero la gota que la colmó fue cuando escuchó el rumor de que Isabel había filmado un desnudo. Lo encaró ya los gritos le dijo: “Confiese, desnudó a Coca?” 
Como Bó no respondió, doña Elena siguió en el mismo tono con su hija: “Nos vamos. Vos y yo. Dejamos esta asquerosidad”.
La convenció esgrimiendo un incumplimiento de contrato, pero el escándalo mayor se produjo cuando vieron la función privada. El desnudo era tremendo. 
“¿Qué hizo con mi hija, atorrante?”.

Armando la convención. 
“No se preocupe señora, nos vamos a llenar de plata”.
El 2 de octubre de 1958 se estrenó en dos cines de Buenos Aires (el Alfa y el Gaumont de Congreso).
Ese mismo día, Isabel Sarli se convirtió en una estrella.

La lucha contra la censura fue una guerra. Los censores permitían algunos desnudos en las películas suecas, pero decían que el cuerpo de Isabel era demasiado ostentoso.
La segunda película se llamó “Sabaleros”, luego llegó “India” y en contraposición al éxito de Brigitte Bardot “Y Dios creó a la mujer”, la dupla Bó-Sarli hicieron “Y el demonio creó a los hombres”.

Isabel Sarli, la Venus de las pampas

Armando Bó era el director de las películas y también actuaba, generalmente haciendo de partenaire de la pulposa diva. Pero otros directores se fijaron en ella: Lucas Demare, Daniel Tinayre y Torre Nilson.
Hasta la llamaron para filmar en Londres. La madre dijo: “¿Qué voy a hacer yo en Londres? No sé inglés y no me gusta la niebla”.

Leopoldo Torre Nilson la convenció en un momento en el que ella estaba peleada con Armando y para darle celos protagonizó “Setenta veces siete”, con Francisco Paco Rabal de galán, que obviamente quiso conquistarla.

Y llegaron más éxitos de la dupla Bó-Sarli. Una dupla en lo comercial y en lo sentimental, aunque nunca los unió un papel.
“Favela”, filmada en Río. Se rodó en la favela ya desaparecida del Morro do Pasmado, frente al estadio Maracaná.
Coca siempre tuvo un carácter fuerte y se lo hizo saber a Armando en una discusión en Brasil. Delante de todos le tiró una taza de café en la cara.

Luego estrenó “La burrerita de Ipacaraí”. Isabel, que seguía revolucionando el ambiente, llegó al estreno en el Gran Rex montada en un burro.
En el 68 se estrenó “La mujer de mi padre”, con la actuación del hijo de Armando, Víctor Bó.
Ese estreno terminó en escándalo por la cantidad de público enfervorizado que rompió toda contención y la historia terminó en vidrios rotos, policía y desmayos.

Según los críticos, la película más lograda de Armando Bó fue “Carne”. Allí está una de las frases más famosas del cine nacional: 

“Canalla, ¿qué pretende usted de mí?”.

Isabel Sarli, la Venus de las pampas

La leyenda cuenta que la película más extrema de desnudos y situaciones sensuales no pudo verse aquí. Se grabó en Estados Unidos, se llamó “El sexo y el amor” y las cintas nunca pisaron nuestro suelo.
También rodó “Insaciable” en España y “Desnuda en la arena” en Panamá, con Jorge Porcel.
Allí, el General Omar Torrijos, primer dictador de Panamá, se volvió loco con Isabel y la quiso conquistar usando su poder. “Tú, Isabelita tienes que quedarte aquí”.

La consagración internacional llegó con la película “Fiebre”, que llevó su imagen al mundo.
Mientras que en la Argentina combatían constantemente contra la censura, en el resto del mundo Isabel era premiada.
En el 71, Isabel y Armando hicieron una huelga de hambre en la Plaza de Mayo en medio de esa lucha, hasta que el Gral. Lanusse los mandó para sus casas de mala manera.
Fiebre se estrenó en nuestro país tres años después.

Otro gran suceso llegó en el 74 con “Intimidades de una cualquiera”. Ese año filmó en Sudáfrica “La diosa virgen”. Isabel hizo la película hablando perfectamente en inglés, Armando y Víctor debieron ser doblados. Fue una película rara. Sin desnudos. Apta para todo público.

En el 75, “Una mariposa en la noche”. En el 76, otra vez con los militares y otra vez la censura. La película “La insaciable” fue presentada como “Sed de amar”.
Todos los desnudos de esas películas fueron suprimidos.

Pero lo peor en esa lucha contra los moralistas extremos había sucedido en la primavera del 74. Recibió una carta de la Triple A, que se publicó en el libro “Isabel Sarli al desnudo”, de Néstor Romano. 
Dice textualmente: “El Grupo de acción Distrito 1 del Comando Teniente Coronel Gimeno procederá a ejecutar a Isabel Sarli, Armando Bó, Marilina Ross, Carlos Monzón, Susana Giménez, Daniel Tinayre…por su nefasta influencia sobre el pueblo argentino y su accionar inmoral, obsceno, disolvente y promarxista. Los condenados tienen 72 horas para abandonar el país…”. Le pusieron custodia y nada pasó.

A fines del año 78 murió Doña Elena, la mamá de Coca. 
Poco tiempo después ocurrió algo insólito. En una reunión del ambiente artístico a la que Isabel no quería ir por no poder superar la muerte de su mamá aún, se encontró con un cura que tenía cierto éxito en la tv, llamado Daniel Zaffaroni. Minutos antes, el cura se había cruzado con Víctor Bó y le había hecho saber lo mal que le hacían al país esas películas, en su opinión.

Se lo presentaron a Isabel, que le dijo por lo bajo: “la muerte de mi mamá me sigue afectando padre, ¿cómo hago para soportar este golpe?”, a lo que el cura contestó señalándole el escote: “Mire cómo anda, no tendrá perdón de Dios”. La respuesta de Isabel no tardó en explotar. Le dio al cura un cachetazo que lo precipitó sobre una mesa llena de sanguchitos.

Y llegó el final.
Armando e Isabel se instalaron en Estados Unidos, pero no apareció mucho. Volvieron y el 8 de octubre de 1981 Armando Bó murió en los brazos de Isabel Sarli.
“Viste Coca, yo voy primero”.

Ella fue atravesada por una gran depresión, y se sostuvo en su hija Isabelita, en su hijo Martín y en sus caniches.
En 1992, el doctor Raúl Matera le salvó la vida, operándola de un tumor cerebral.

Volvió a la pantalla grande a los 60 años en una película de Jorge Polaco llamada “La dama regresa” y participó esporádicamente en teatro y televisión.
A comienzos del año 2019 se fracturó la cadera y fue el principio del fin. Neumonía, complicaciones, idas y vueltas hasta que padecieron un paro cardiorrespiratorio el 25 de junio.

Tenía 83 años, la venus de las Pampas.