En primer lugar, quédense tranquilos que no va a haber spoilers. Sin embargo, deben saber que “La Casa de Papel” necesita que el contrato con el espectador, que le permite excesos a la credibilidad argumental y a ciertas escenas de acción, vuelva a ser firmado. Los puristas que precisan explicaciones exactas y taxativas a lo que se plantea volverán a mirarse incrédulos, mientras que los amantes de la acción verán los últimos episodios en el borde del sillón.

Luego del impactante final de la primera parte, con la muerte de verdaderos emblemas dentro de la banda de la máscara de Dalí, la apuesta había quedado en la mesa y en este sentido la serie recuperó un poco el “punch” de las primeras temporadas. La fórmula sigue siendo la misma, con los flashbacks que, cuando llegan las encrucijadas y parece no haber salida, nos llevan al pasado para dejar en claro que todo estaba previsto (el Profesor -y Berlín- nos demuestra siempre que es el más inteligente del rebaño y que está un paso adelante) y que la salida, aparentemente imposible, existe.

La narración omnisciente de alguno de los personajes introduce problemas y soluciones y la aparición de personajes abatidos, en acciones de un pasado más amable, apuntan a desacelerar el ritmo y apelar a los sentimientos. 

Las objeciones son las de siempre, ráfagas de ametralladora en lugares cerrados sin que haya caídos, reacciones de la policía casi infantiles y algunos diálogos grandilocuentes y poco creíbles en las circunstancias que viven los personajes. Por eso, ese pacto tácito con el espectador es puesto a prueba nuevamente con explicaciones a situaciones que son, como mínimo, discutibles.

En definitiva, a pesar de los algunos excesos y simplificaciones,  “La casa de Papel” retoma, en su recta final, las virtudes que la transformaron en el primer hit de habla no inglesa de Netflix y que consiguió el primer Emmy internacional para España, poniendo a un grupo de perdedores descastados en el escalón del heroísmo impensado.

Un éxito que obligó a reabrir una historia cerrada, a traer de vuelta a personajes desaparecidos y a volverse a plantear el final de una trama que estaba terminada. Los seguidores de la serie y los que hayan realizado las concesiones de las que hablamos, no saldrán defraudados viendo como este grupo de antihéroes con los que el mundo empatizó se las arreglan para volver a salir del laberinto al que decidieron volver.

Con el “Bella Ciao” como himno, los ladrones, con el Profesor al frente y Berlín como bandera, se despiden con la promesa de traernos en 2023 un spinoff con los orígenes de Berlín. Pero claro esa será otra historia.