Más allá de teorías y tironeos, no nació ni en un barco, ni en la ciudad uruguaya de Tacuarembó, ni en su Buenos Aires querido.

Charles Romuald Gardes nació en el último mes del año 1890, el día 11, como Troilo, Piazzolla y Cerati.

Y nació en Toulouse, Francia.

Dicen que su padre se llamaba Carlos, pero brilló por su ausencia. La madre, Berta, se vino con el niño para Buenos Aires en 1893 y se instalaron cerca del mercado de Abasto, mercado que le dio nombre a un barrio que no existe: oficialmente es Balvanera.

Este joven estudió hasta el segundo año del secundario y dejó los libros porque le tiraba el canto. Era un morocho de porte destacada, gastaba suelas en el Abasto. Dos más dos, siempre fue cuatro: lo llamaron “el morocho del Abasto”.

Y su nombre ya era Carlos Gardel.

El que lo impulsó en las cuestiones del canto fue el famoso payador Bettinotti, quién además lo recontra bautizó: él inventó lo de “el zorzal criollo”.

Gardel empezó a cantar en algunos comités y fondas del barrio, hasta que se convirtió en el principal artista del café O’Rondemann, un antro que manejaban los hermanos Traverso.

Razzano

José Razzano, un uruguayo cantor que había ya grabado en Argentina, se unió a Gardel, a Saúl Salinas y Francisco Martino para conformar un cuarteto que pronto daría paso oficialmente en 1913 al dúo nacional Gardel-Razzano.

¿A qué se dedicaba el dúo? A cantar tangos, presumimos. 

Error. Recién en 1917 Gardel incorporaría al tango en su repertorio.

Se dedicaban a música campera, folclore, chacareras, gatos.

Actuaron en el famoso Armenonville, se presentaron en el Teatro Nacional de Buenos Aires, yiraron por Uruguay y por Brasil. 

Allí, en 1915, Carlos conoció a uno de sus ídolos, el tenor italiano Enrico Caruso.

En la Buenos Aires de esa época era muy famoso un lugar bastante cajetilla (que hoy perdura) llamado Palais de Glace, al que Carlos y sus amigos decidieron ir a festejar el cumpleaños 25 del cantor. Pero todo terminó mal. El marido de una muchacha muy bella llamada Jeanette, que andaba con Gardel, y un grupete de pesados armaron una batahola fuera del boliche que llegó a las páginas policiales.

Un tal Roberto Guevara disparó un arma e incrustó una bala en el pulmón de Gardel, que fue llevado de inmediato al hospital Ramos Mejía. 

Gardel estuvo un tiempo largo recuperándose en Uruguay, la bala en su pulmón siempre lo acompañó sin demasiadas molestias y el tal Roberto Guevara tres años después del episodio fue tío, tío de un niño llamado Ernesto Guevara De la Serna, que más tarde sería conocido mundialmente como el Che.

Gardel regresó junto a Razzano en Mar del Plata y en 1917 cantó un tango en público. Pronto presentó un espectáculo llamado “Mi noche triste”.

Nació allí el cantor de tangos, el más grande de todos los tiempos. Y el que sería, poco tiempo después, el primer gran artista de la historia del mundo.

Protagonizó el film mudo (justo él) “Flor de durazno”, se fue de gira a Chile y continuó con un calendario frenético hasta 1922 con Razzano, al que ya se le iba acabando el brillo de la voz.

Cantaron en Madrid y de regreso se presentaron en la ciudad de Rafaela, en lo que sería la última función juntos.

Gardel, que ya había grabado con las orquestas de Francisco Canaro y Osvaldo Fresedo, comenzó en 1925 su carrera solista.

En noviembre de ese año, en Barcelona grabó sus primeros discos con el sistema eléctrico.

Su fama empezó a crecer. 

El 30 de septiembre de 1928 debutó en París, en el Teatro Fémina.

En la ciudad luz grabó discos y ganó prestigio.

Cantó en Italia, en la ópera de París, la Costa Azul, Barcelona, Madrid.

Despertó admiración en todos. Se armó una Gardelmanía. Gardel fue los Beatles, 40 años antes.

En 1929 regresó a Buenos Aires envuelto en la gloria. 

Siguió filmando películas, cantó en las dos concentraciones de los finalistas del primer mundial de fútbol (Uruguay y Argentina) y volvió a Francia donde rodó “Luces de Buenos Aires”.

En el 31 y el 32 se la pasó de gira por Europa: Italia, Inglaterra, Costa Azul, Austria, Alemania, España.

Siguió con su carrera de actor de cine trabajando para la Paramount francesa y se sumó a su vida artística alguien que sería muy importante para seguir manteniendo la ola en lo alto: Alfredo Lepera, nacido en Sao Paulo, 10 años menor que Carlos.

Se pusieron a componer juntos: Melodía de Arrabal, Silencio y Me da pena confesarlo.

En 1933 regresaron a Buenos Aires. El equipo de trabajo se completó con los guitarristas Barbieri, Riverol, Vivas y Petorossi.

La última grabación en su Buenos Aires la hizo el 6 de noviembre de ese año: Madame Ivonne.

Un día después se fue de la Argentina, para no volverla a ver.

Ajetreo

Barcelona y París ya eran los patios del fondo de su casa, pero también sumó Estados Unidos.

El último día del año 1933 debutó en la NBC de Nueva York.

Y filmó: Cuesta Abajo, Mi Buenos Aires querido, Tango en Broadway, El día que me quieras, Tango Bar.

En abril de 1935 inició una gira monumental: Puerto Rico, Venezuela, Aruba, Curacao, Colombia, Panamá, Cuba y México.

Pero no pudo finalizar el recorrido. 

A las 15:05 del 24 de junio de 1935, en el Aeropuerto de Medellín, un avión del Servicio Aéreo Colombiano que iba de Bogotá a Cali vía Medellín chocó mientras intentaba despegar con un avión que estaba detenido esperando pista, llamado Manizales. La colisión generó el incendio de ambas aeronaves y murieron 17 personas: las 7 que estaban en el avión detenido y 10 del avión que intentaba despegar. En ese avión viajaba Carlos Gardel, que murió junto a sus compañeros Alfredo Lepera, Guillermo Barbieri y Ángel Domingo Riverol.

Las causas de la tragedia fueron varias: el viento, el peso excesivo del avión, el centraje del peso. 

Ocho décadas después, nuevas investigaciones arribaron a la conclusión de que probablemente el piloto, que también murió en el accidente, pudo haber evitado el choque abortando el despegue.

Un largo viaje a casa

El cuerpo carbonizado de Gardel fue enterrado en el cementerio de Medellín y seis meses después exhumado para llevarlo a Buenos Aires. 

El camino de regreso fue largo. Lo transportaron en tren, en pequeños vehículos y en lomo de mula para superar cordones montañosos desde Medellín a Buenaventura. En barco hasta Panamá, otro barco hasta Nueva York donde los restos fueron velados durante una semana y el embarque final a Buenos Aires, con escalas en Río y Montevideo.

Llegó a Buenos Aires el 5 de febrero de 1936.

Habían pasado dos años y tres meses sin Gardel en Buenos Aires, una ciudad que se aprestaba a inaugurar un monumento que sería un símbolo y que estaría ligado a Carlitos sin que éste lo hubiese conocido: el obelisco.

Pantallazos de su vida

Su pasión por el turf

Gardel fue un apasionado del turf, que en esos tiempos le competía al fútbol como uno de los berretines de los porteños.

En 1921, en el Hipódromo de Maroñas de Montevideo, conoció al jockey oriental Ireneo Leguisamo. Se hicieron muy amigos. Leguisamo, de carácter más bien tímido, participó como invitado algunas veces de fiestas notables a las que Gardel era invitado como la gran figura que era en Europa.

En el 28, Gardel compró a su primer y mejor caballo de carrera: Lunático, que participó de 36 competencias oficiales y debutó montado por Legui saliendo tercero en el Hipódromo Argentino de Palermo.

Junto a su amigo Razzano, Gardel armó el stud Las Guitarras y siguió metido en la historia con 7 caballos más: Cancionero, Amargura, La Pastora, Guitarrista, Theresa, Explotó y Mocoroa.

New York 

En 1934, el Mudo (otro de sus apodos) estaba en Nueva York cantando en una emisora de radio, cuando se acercó una pareja de jovencitos para saludarlo. Como el muchacho se quedó inmóvil ante esa presencia intimidante, la chica le comentó a Gardel que su novio tenía una linda voz y que soñaba con cantar, pero que las malas compañías no lo beneficiaban.

Entonces, el Morocho del Abasto, medio en italiano medio en cocoliche, le dijo que él también tuvo malas compañías en aquel antro de los hermanos Traverso, pero que un día salió e hizo su vida. 

El joven lo miró asombrado, Gardel devolvió el gesto y lo despidió: “Por lo pronto, ragazino, aprovechá que estás en la radio y anótate que hay un concurso de cantantes. Con probar nada se pierde”.

Gardel giró cambiando de plano y los novios se perdieron entre los pasillos. 

Nos encanta imaginar el resto. 

La novia lo llevó para que se anotase en el concurso. El joven accedió. Y una voz en segundo plano preguntó: ¿cuál es tu nombre? Y el jovencito susurró su nombre completo: Francis Alberto Sinatra, pero me dicen Frank.

Las mujeres

Salvo su relación curiosa y prolongada con Isabel Del Valle, no se le conocieron mujeres cercanas a Gardel. Guardó muy bien su vida privada.

El escritor César Tiempo describió: “Nunca tuvo pasiones con mujeres del ambiente. No porque las desdeñara, sino porque aspiraba a separar bien la madera del sámago”.

En una de las últimas entrevistas que brindó le preguntaron qué tipo de mujeres prefería y Carlitos dijo “Prefiero las latinas, pero todas las mujeres atractivas e inteligentes me agradan”. 

Y el periodista fue más allá: ¿Es usted partidario del divorcio?, a lo que Gardel respondió: “Debido a mi carrera, de lo que no soy partidario es del casamiento”. 

En definitiva, Isabel Del Valle quedó en la historia como la novia de Gardel. Y eso que él le llevaba 20 años. 

Claro que 20 años no es nada.

Las canciones

Gardel registró 957 grabaciones de 792 canciones diferentes de distintos géneros.

Participó en las composiciones de canciones históricas como Cuesta abajo, Mano a mano, Volver, Melodía de Arrabal, Cuando tú no estás y El día que me quieras, que según Ariel Ardid es la canción de amor más maravillosa de todos los tiempos.

La última noche

A las 23.15 del 23 de junio de 1935, el anunciador de la emisora La Voz de la Víctor en Medellín presentó a Carlos Gardel. Cantó ocho canciones, luego a pedido cantó Silencio …y dijo: “Antes de cantar mi última canción quiero decirles que he sentido grandes emociones en Colombia. Gracias por tanta amabilidad. Encuentro en la sonrisa de los niños, las miradas de las mujeres y la bondad de los colombianos un cariñoso afecto para mí. La emoción no me deja hablar. Gracias y hasta siempre”.

Y cantó “Tomo y obligo”, el último tango de su vida.

Catorce horas antes de su muerte.