Al final de la segunda temporada dejamos a la familia Roy en una guerra intestina entre Logan y Kendall, padre y primogénito se enfrentan por el control de Waystar Royco. Por ahora Logan Roy sigue al mando de su conglomerado de medios y empresas valuado en miles de millones de dólares, un patriarca que se niega a dejar la conducción porque considera que ninguno de sus hijos sería capaz de llegarle a los talones.

Un hijo mayor, que nadie toma en serie, pero que tiene aspiraciones presidenciales, y el trío de hijos del segundo matrimonio que componen un grupo volátil de lealtades y buscan posicionarse maquiavélicamente, sin importar los medios para llegar al objetivo.Todo en un círculo social en el que muchos parecen pero pocos son realmente. 

El manejo de los medios, los nuevos actores tecnológicos que amenazan la estructura clásica y las distintas formas de entender la comunicación son la base de los enfrentamientos que demuestran que en esas esferas de poder no existen blancos ni negros si no que cada uno obra por su estricto interés, incluso dentro de una familia.

La serie equilibra perfectamente la ambición de cada uno de los personajes y en una suerte de drama a lo Shakespeare moderno, va planteando alianzas y traiciones dentro de una familia en la que todos quedan expuestos por sus objetivos y su degradación moral. 

Como venía sucediendo en temporadas anteriores, la vara no deja de subir (el año pasado consiguió siete premios Emmy, incluyendo el de mejor serie dramática) y este año toda la familia Roy está nominada a los Globos de Oro -además de la serie - que se entregan en enero. Brian Cox (Logan Roy) y Jeremy Strong (Kendall) compiten en el rubro de mejor actuación dramática mientras que Kieran Culkin (Romeus) y la australiana Sarah Snook (Shiv) van en los apartados secundarios.

El guión es otra muestra de excelencia de la serie y el manejo de cámaras, que nos da esa sensación de estar espiando, de ser observadores de los acontecimientos en primera persona, es elegante e intensa. 

En síntesis, no se me ocurre ningún motivo para que ver la tercera temporada de “Succession” no sea un disfrute. Los 9 capítulos que acaban de completarse en HBO y que ya están completos en HBO Max (junto con las anteriores dos temporadas) son un libro de texto de como se debe construir una serie moderna y atractiva en todos sus apartados.