Cuando descubrimos “El Pantano” , en abril del 2020,  nos sumergimos, por igual, en una trama policial y la historia de los países socialistas en los años previos a la caída del muro de Berlín. Un pueblo chico, lejos de Varsovia, y un bosque en el que aparecen los cadáveres de una joven prostituta y uno de los referentes de las juventudes socialistas del lugar. La política, el periodismo y la policía confluyen en un argumento con sólidos detalles “noir”, perfectamente ambientada, que da como resultado una ficción que ingresa en los enrevesados laberintos del poder y sus prácticas a la hora de mantener intactos las apariencias y privilegios de quienes gobiernan.
Doce años después regresamos al mismo lugar para encontrarnos en la misma ciudad pequeña luego de una inundación provocada por el colapso de un dique. Un niño de 12 años aparece ahogado en el bosque y un antiguo cementerio de la segunda guerra mundial empieza a esparcir los cuerpos y las culpas de un pasado que habían sepultado más de medio siglo atrás.