Los Nordic Noir han tenido, como efecto secundario, el quiebre del encanto y de la perfección que suele rondar la idea de la vida en esos países. En estas sociedades modelo, idealizadas y con un estilo de vida que está por encima de la media pareciera que no hay lugar para el delito y la ambición que corrompe voluntades. Sin embargo, parece ser, nadie está exento.

Ida es la directora financiera de un importante buffet de abogados de Oslo que tiene por principal cliente a un millonario inescrupuloso. Un hombre investigado por las autoridades.
La aparición de una factura dudosa, que sugiere lavado de dinero, dispara la historia en la Ida quedará atrapada al intentar hacer lo correcto.  

El foco estará puesto en ella, sus jefes y su familia para demostrar como de todos lados existen presiones para los problemas se barran debajo de la alfombra. La aparición de una periodista independiente, un policía obsesionado con atrapar al esquivo millonario y una conexión con la política de alto nivel completan el cuadro para resquebrajar la imagen y dejar en evidencia, cuál si fuera el retrato de Dorian Gray, los pecados de una sociedad que muestra un rostro sonriente y pacífico.

Los ocho capítulos que componen la serie son atrapantes y muestran como un lugar de trabajo armonioso (al menos en apariencia) se transforma en un entorno tóxico en el que se tejen presiones indignantes para preservar el status quo. Todos miran al costado vigilando sus propios intereses tratando de no embarcarse en aventuras quijotescas por más vergüenza que sientan. El concepto de manzana podrida a la inversa empuja a los espectadores a pensar si realmente se hubieran enfrentado al sistema o se hubieran rendido a él. Los poderes se mueven con total impunidad y los representantes de estos presionan y aceptan ser presionados para mantener sus prerrogativas.

La relación asimétrica de quien quiere hacer lo correcto a pesar de todo es tan abismal que, con independencia del final, la serie aleja al espectador de la romantización del sistema. Los poderes en boga son tan desproporcionados que la victoria siempre será mínima y casi sin consecuencias para los que buscarán un chivo expiatorio de cualquier manera para evitar el traspié.

“Caza de Brujas” nos va a dejar un sabor agridulce y también desencanto (o una sonrisa irónica) porque parece ser que algunas cosas no funcionan donde todo parece funcionar.