“Born to Kill” nos pone frente a un asesino en sus primeros pasos. Lejos de ocultarlo, una de las claves de la serie es hacerlo evidente desde el principio y mantenernos espiando, desde una posición privilegiada, su forma de actuar y manipular a los que lo rodean. Sam tiene serios problemas y lo vemos claramente. 

Este joven adolescente vive con su madre y piensa que su padre murió cuando la realidad es otra: maltrataba a su pareja y luego de separados terminó asesinando al nuevo compañero de su ex, cuando Sam apenas tenía 5 años. Por ese motivo está preso hace más de una década, aunque está a punto de salir bajo palabra. 

En su fachada Sam parece el joven perfecto, atento con su madre, dispuesto a defender a los más débiles y a pasar su tiempo libre leyendo a los ancianos internados en el hospital donde su madre es enfermera.

Sin embargo, no todo es lo que parece y detrás de esa máscara de normalidad, Sam manifiesta su apatía y se nos muestra como un psicópata que no tiene remordimiento alguno. 
De esta manera la serie no es la típica serie policial que investiga los crímenes hasta dar con el asesino, de esto no quedan dudas desde un comienzo. Incluso, en su inexperiencia, sus actitudes son tan evidentes y el placer que siente en sus acciones es tan genuino que parece mentira que no puedan desenmascararlo.

Así el espectador es un observador de lujo espiando como Sam se graba con su teléfono  contando la falsa historia de su padre fallecido en la guerra de Afganistan por intentar salvar a una niña. La necesidad de demostrar que su padre no lo abandonó y que su ausencia se debe al heroísmo, al servicio de su patria primero y del prójimo después, lo hace inventar una historia tras otro ante los demás. 

La llegada de una nueva estudiante a su instituto, antisocial y huérfana de madre será el disparador para que la historia se desate. 
“Born to Kill” es una interesante variante para mostrar los comienzos de un asesino serial, fácil de ver y maratonear.