La trama engancha desde el principio.  El disparador de la serie se da cuando un joven y prometedor político, amigo, además, del primer ministro queda expuesto en una relación extra matrimonial que se ve obligado a confesar. Arrepentido ante su esposa jura que fue sólo sexo, a pesar de que la relación duro cinco meses. Aliviado por haber conseguido el perdón de su mujer y el guiño de sus compañeros del partido político al que pertenece recibe la bomba. Su amante, una joven empleada de su ministerio, lo acusa de violación en el ascensor de la Cámara de los Comunes.

Así se comenzará a tallar una trama que pondrá sobre la mesa los pecados de una sociedad ultra conservadora y un pasado en el que determinadas actitudes masculinas no estaban mal vistas. El juicio, que se lleva a cabo pone en el banquillo de los acusados distintas circunstancias que tienen como base el miedo y la vejación que sufren las víctimas a la hora de tener que demostrar lo vivido.

El peso de la historia se distribuye en los distintos ejes que propone la serie pero es el personaje de Sienna Miller (la esposa engañada) quien se lleva los aplausos. Una mujer pública cuya vida es desmenuzada por los medios de comunicación y que, además, debe lidiar con sus propios demonios a la hora de creer en el hombre con el que formó una familia.

Tal vez si el foco se hubiera centrado en las mujeres de la serie y no tanto en el escándalo propiamente dicho, la serie hubiera ganado varios puntos más en la consideración final. Sin embargo, tiene casi todo alineado para ocupar el lugar que tiene entre lo más visto de Netflix.

Buenas actuaciones, Sienna Miller, Rupert Friend, Michelle Dockery, Naomi Scott y Ben Radcliffe, están impecables y una cuidada puesta, sumados a la mano maestra de David E. Kelley (responsable de “Big Little Lies” y “The Undoing” para HBO y “Nueve perfectos extraños” para Amazon) redondean un producto atractivo que hace que maratonear sus seis episodios sea muy fácil