La comunión es total. El público y la Selección Argentina viven hace casi ocho meses una relación de profundo enamoramiento que se retroalimenta con cada partido. El equipo de Lionel Scaloni le ganó 3 a 0 a Venezuela con goles de Nicolás González, Ángel Di María y Lionel Messi y se despidió de su gente con reconocimiento y alegría mutua.

De entrada el equipo nacional fue superior, a pesar de que en la primera mitad no pudo ser avasallante ni mucho menos. La intermitencia del rendimiento argentino estuvo muy asociado a la participación de Messi en el partido. Cuando el 10 tocó la pelota le dio verticalidad al juego, algo que no le sobró casi hasta el final del encuentro.

La primera acción realmente riesgosa llegó cuando el capitán se tiró a la derecha, abrió el camino por el centro y le puso un gran pase a Joaquín Correa. El del Inter, que se movió por todo el frente de ataque pero partió desde la izquierda, tiró una buena diagonal y no pudo definir del todo bien en desplazamiento ante la salida de Wuilker Faríñez.

Poco después, a los 35, Argentina consiguió la ventaja. Alexis Mac Allister recuperó en ataque y en la misma acción se la dio a Rodrigo De Paul. El ex hombre de Racing, abierto a la derecha, asistió a González que se tiró y la empujó por el centro del área.

La Vinotinto no mostró prácticamente nada en ataque. Luego del gol tuvo una acción de mediano peligro bien invalidada por un fuera de juego evidente. Pero la faceta ofensiva no fue incluida en el libreto de José Pekerman, más allá de la dificultad ofrecida por el conjunto local.

Recién en la segunda mitad y con el trámite mucho más aplacado tuvo una oportunidad. Salomón Rondón pivoteó en un lateral, Cristian Cásseres Jr. metió un centro cerrado que cayó en el área chica. Franco Armani, que no terminó de transmitir seguridad, no salió y Josef Martínez cabeceó desviado.

Argentina administró los tiempos y aceleró cuando quiso. Pudo estirar la ventaja a los 16 a partir de un gran desborde de Nahuel Molina que asistió con un centro atrás y dejó totalmente solo y de frente al arco a Mac Allister, que con todas las facilidades que tenía la quiso ajustar demasiado y falló.

Los cambios le dieron un poco más de actividad al ataque local. Ángel Correa y, fundamentalmente, Di Maria le dieron frescura y desequilibrio a un equipo que controlaba sin cambiar demasiado el ritmo. De hecho, el autor del gol del campeonato en el Maracaná fue quien convirtió el segundo. De Paul le puso un pase en profundidad soberbio, el delantero del PSG encaró de derecha hacia al centro, hizo desparramar al arquero y cuando apareció el espacio la picó como solo el sabe por encima de todos.

Un rato después el futbolista surgido en Rosario Central volvió a ser decisivo en el resultado. Recibió un buen pase sobre la derecha, parecía encerrarse pero salió con un enganche veloz hacia atrás y asistió con maestría a Messi. El capitán definió de derecha, pifiado, peor que nunca, pero convirtió como siempre ante un desconcertado Faríñez que se tiró hacia el otro lado, intentando seguir el sentido lógico de lo que realmente había intentado el jugador argentino.

Para la Scaloneta todo es prosperidad. Si tiene que jugar partidos de dientes apretados lo hace sin dificultad e independientemente del resultado compite siempre. Pero si afronta encuentros de baja intensidad y poca obligación también vulnera a los rivales, por confianza, por conocimiento y contagio colectivo y por jerarquía individual. El futuro, prometedor por cierto, atrae y encandila, pero el presente es para disfrutar.