Desde hace ya algunos años, cada vez que Independiente debe ganar para confirmar que atraviesa un buen momento, la responsabilidad le pesa y no puede hacerlo. Pero pocas veces el golpe fue tan fuerte como en este caso. El Rojo jugó 75 minutos con un hombre de más y cayó por 3 a 1 ante Patronato, en una de las peores actuaciones de su historia moderna. 

Durante los primeros 10 minutos, el local fue una aplanadora. Salió con decisión y con ganas de llevarse el partido ante un equipo que se limitó a ver pasar la pelota sin decisión para recuperar. Antes del minuto de juego cayó el primer gol. De una pelota parada, llegó un centro que Axel Rodríguez, la gran figura de la cancha, cabeceó y mandó a guardar. Sebastián Sosa le dio un aire de espectacularidad al tanto con una volada extraña, pero lo cierto es que la pelota ingresó casi por el medio del arco.

Luego de ese vendaval del Patrón que el Rey de Copas se limitó a observar, salió tímidamente del fondo y empezó a tocar la pelota de manera lenta y timorata. Pero, tuvo un golpe de suerte: Jorge Valdez Chamorro, con un nivel altísimo de irresponsabilidad, le fue con una plancha durísima a Lucas Romero y fue expulsado. Fernando Espinoza lo amonestó, pero del VAR lo invitaron a corregir la acción.

El partido parecía acomodarse para un equipo que había entrado a la cancha con la guardia baja. Pero un rato después, todo se le derrumbó. Sergio Barreto dio un pase sencillo hacia atrá y Sosa recibió con varias opciones para descargar rápido. Sin embargo, demoró una eternidad, quiso gambetear a Jonás Acevedo, la perdió y el ex Huracán definió con tranquilidad.

El arquero uruguayo hace varios partidos que acumula méritos para sentarse un largo tiempo en el banco de los suplentes. El hecho de que sea un referente en un plantel plagado de juveniles lo ubica en un lugar que con sus actuaciones no justifica.

Luego del 2 a 0, el conjunto de Avellaneda mejoró. Se adelantó en la cancha y acorraló a su rival. De hecho, falló varias chances claras. Una increíble, en el que Leandro Fernández, el único del visitante que se salvó de la vergüenza, gambeteó al arquero y definió sobre el cuerpo de un rival.

El propio ex delantero de Godoy Cruz convirtió el descuento, pero se lo anularon. Había aprovechado un mal rechazo, la había bajado con el pecho y había definido de zurda. Pero Nicolás Lamolina, desde el VAR, decidió invalidarlo por un supuesto fuera de lugar en el inicio de la jugada. Otra vez, las líneas que trazó el VAR parecen absurdas y totalmente desacertadas a la vista. Fernández parece habilitado.

De todas maneras, sobre el final de la primera mitad, vino el descuento del equipo de Eduardo Domínguez. Lucas Romero armó una buena jugada y se la dio a Alex Vigo. El hombre que está a préstamos de River se la cedió a Lucas González que asistió de taco al propio Romero. De zurda, la puso contra un palo.

Lo peor del Rojo llegó en la segunda parte. Facundo Sava rearmó a su equipo, mandó a la cancha a tres defensores y le cerró los caminos a un rival que además de falta de ideas demostró una falta de carácter notoria. Ir a buscar un partido contra un rival que se cierra requiere capacidad técnica, pero también una intención actitudinal de arrebatarle a otro algo que le es propio, y eso nunca lo tuvo.

Para terminar de empeorar la historia, el entrenador mandó a la cancha a Rodrigo Márquez, un juvenil que en condiciones normales debería estar formándose todavía en la Reserva. Pero el infierno económico al cual el club está sometido por la inoperancia de su dirigencia lo fuerza a jugar. En su primera participación perdió una pelota clave que derivó en el tercer gol rival.

Por la izquierda, Acevedo recuperó y tiró un centro bajo. Juan Manuel Insaurralde se cayó de cara, sólo, y por atrás apareció Axel Rodríguez, otra vez, para definir de zurda y sentenciar el partido. Iban 12 del segundo tiempo, pero realmente, en los minutos posteriores, no pasó nada más. El equipo de Domínguez, anestesiado en cuerpo y alma, no pateó más al arco.

En los términos habituales en los que se mueve el fútbol argentino, la actuación de muchos jugadores de Independiente debería significar un fin de ciclo. Pero en el Rojo eso no pasa. No sólo porque en caso de irse, probablemente no llegaría ningún sustituto en su lugar, sino porque, fundamentalmente, los ciclos en el club parecen no terminarse.

De hecho, la institución está bajo el autoritario comando de dirigentes con el mandato vencido hace seis meses. Los que lo hundieron en el peor momento de su historia, como Héctor Maldonado y Hugo Moyano, permanecen en su cargo y solamente se ocupan de mancillar cada día un poco más el nombre del club. En el medio, una institución gigante y todos sus socios les piden de rodillas un poco de amor por el escudo o al menos algo de piedad.