Cuando una situación de estas características se suscita, las opiniones se dividen. Muchos aceptan con beneplácito la ausencia de una figura rival, como un guiño a las posibilidades propias de obtener un buen resultado. Otros, en cambio, aseguran que prefieren enfrentar al adversario en su máximo potencial, para que un eventual triunfo tenga un sabor aún más dulce.