Roman Abramovich fue uno de los primeros magnates en desembarcar en el mundo del fútbol con una fortuna incalculable para levantar y llevar a élite una institución. Claro que nadie en el mundo, y mucho menos en la FIFA, se preguntó de donde obtenía su dinero el empresario ruso. A pesar de que se sabía que era un hombre muy cercano a Vladimir Putin, sus inversiones beneficiaban a todos.