Y un día, lo terminaron de romper. Ese negocio que parecía inagotable e interminable, que soportó formatos estrambóticos, ideas absurdas que sólo pensaban en el dinero y hasta un FIFA Gate dijo basta, finalmente cedió. La gallina de los huevos de oro, esa a la cual habían herido y maniatado en reiteradas oportunidades, no aguantó más: al fútbol argentino ya no le cree nadie.