Un partido de fútbol que tiene una denominación específica y que todos en un determinado país conocen por ese nombre, es un encuentro que sin dudas tiene que haber sido absolutamente memorable. El 26 de noviembre de 2005 Náutico y Gremio disputaron uno de los duelos más épicos de la historia de Brasil y del fútbol mundial. Un encuentro con todos los condimentos para transformarse en histórico, la "Batalha dos Aflitos".

A fines de 2004, Gremio, el gigante de Porto Alegre, entró en uno de los peores momentos de su larga vida institucional. En medio de un caos económico sin igual, descendió de manera estrepitosa: salió último en el Brasileirao, a 11 puntos del anteúltimo. 

En la B afrontó las dificultades con las que suelen lidiar los equipos tan grandes que bajan de categoría. Todos y cada uno de los rivales a los que enfrentaba se jugaba el alma en cada pelota para quedar en la historia, para ganarle a un equipo con tanta historia. Sin embargo, logró hacer una buena campaña y alcanzó un cuadrangular decisivo que otorgaba dos ascensos.

Se enfrentó allí a Portuguesa, Santa Cruz y Náutico en un sistema todos contra todos a ida y vuelta y le costó muchísimo. Llegó a la última fecha con 9 puntos y como líder, pero debía ir a Recife a jugar contra Náutico, que si ganaba lo pasaba.

Vale la pena aclarar que a pesar de no ser un equipo con una historia futbolística muy rica, el conjunto del estado de Pernambuco es uno de los más populares en el nordeste de Brasil. En el otro partido que quedaba disputarse, jugaban Santa Cruz, también de la ciudad de Recife, y Portuguesa, y si el primero ganaba, también superaba en puntos a Gremio. Es decir, la última fecha era a todo o nada.

El clima era de absoluta tensión, el Estadio Dos Aflitos desbordada de gente y muchos se preparaban para lo que podía ser una tarde histórica para la ciudad de Recife entera, que estaba muy preparada para la celebración. Gremio apostó a defenderse para defender el empate que le servía e intentar contraatacar esporádicamente, pero enseguida empezaron a notarse algunos fallos arbitrales polémicos por parte del juez Djalma Beltrami. Algunas infracciones fuertes de los hombres Náutico no eran sancionadas.

Hasta que a los 31 minutos del primer tiempo llegó la primera gran polémica: un atacante del equipo local cayó en el área tras un levísimo contacto por parte de un defensor de Gremio y el referí sancionó penal. Pero el ejecutante falló, la pelota dio en el palo y todo continuó con nervios y tensión.

Hasta que sobre el final del encuentro y ante la igualdad, Beltrami volvió a hacer de las suyas. A los 30 expulsó al lateral chileno Alejandro Scalona por tocar la pelota con la mano y el clima se enrareció. Cinco minutos más tarde, todo terminó en un escándalo gigantesco. El juez marcó una mano inexistente de Nunes en el área de Gremio y marcó penal otra vez a favor de Náutico. Para colmo, en cuanto empezaron a acercársele jugadores del equipo tricolor para reclamarle, comenzó a revolear tarjetas rojas: dejó al Gremio con siete hombres.

Esta decisión bochornosa desató una batalla incontrolable, porque los futbolistas se le fueron encima al árbitro para agredirlo y la policía de Pernambuco irrumpió en la cancha para reprimirlos. Al escándalo se sumaron los suplentes, allegados, empleados de seguridad privada y hasta hinchas del conjunto de Porto Alegre que estaban en la tribuna y entraron a trenzarse con las fuerzas de seguridad en plena cancha.

El encuentro estuvo detenido por casi 20 minutos y los dirigentes del Gremio ingresaron también decididos a retirar al equipo de la cancha ante tal espectáculo decadente, pero Mano Menezes, el técnico del equipo, los paró y pidió definir las cosas en la cancha. Lograron calmar a la gente y decidieron continuar el partido: había que terminar lo empezado. Náutico tenía un penal a favor, y como si fuese poco contaba con más de 10 minutos para jugar con cuatro hombres de más.

Pero fue allí cuando apareció el primer héroe de la noche. Galatto, el arquero del visitante, le atajó el penal a Ademar de manera majestuosa contra su palo izquierdo. Quedaba resistir con sólo siete jugadores y evitar una nueva expulsión por parte del juez que hubiese dado el partido por terminado por default

Mientras tanto, los hinchas de Santa Cruz ya festejaban que su parte del trabajo estaba hecha y que la celebración para la ciudad estaba encaminada. En ese entonces, el segundo y máximo héroe de la noche apareció en todo su esplendor. Anderson quien después tendría una carrera tan formidable como fugaz, con tal sólo 17 años se hizo cargo de todo. Empezó a encarar rivales y a desesperarlos en cada contraataque. De hecho, logró darle un poco más de equilibrio a la cuestión de los expulsados, ya que hizo echar a Batata.

De esa misma infracción, el juvenil, que mostró un carácter y un talento sin igual, decidió jugar rápido en vez de hacer tiempo y encarar hacia el área. Corrió con una velocidad asombrosa ante los casi 30 mil hinchas que observaban azorados y ante los defensores del conjunto local que no querían creer lo que estaba pasando. Se metió en el área, abrió el pie, definió como un crack y entró en la historia.

Todo Gremio estalló en un grito incontenible que cargaba con la bronca del descenso, la injusticia del arbitraje, la épica del partido y la gloria de ese jovencito que había podido con todo en sus hombros. El conjunto de Mano Menezes aguantó el resultado, desarmó una fiesta que parecía muy bien armada a puro coraje y volvió a Primera División.

Para otro capítulo quedará el desenlace de la historia personal de aquel chico que marcó el gol de la victoria. Ese joven Anderson que se convirtió en el mejor proyecto futbolístico del mundo, que llegó a ganarlo todo con el Manchester United y que terminó su carrera de manera prematura en medio de graves problemas judiciales y una adicción a la comida rápida.