Este fin de semana se viene el Gran Premio de Turquía de F1, pero la máxima nunca para de generar noticias. Acá van las principales de estas horas:

1) El español Carlos Sainz Jr estrenará motor en el Istanbul Park, y largará el domingo desde el fondo. La sanción se debe a que es la cuarta planta impulsora que usará el piloto en el año. Carlos contará con el renovado sistema híbrido que apronta la Scuderia de cara a 2022-25.

2) Stefano Domenicali no descartó una tercera carrera de Fórmula 1 en Estados Unidos en próximos años. La idea que atrae al CEO de Liberty Media es un callejero en Las Vegas, pero no en el estacionamiento del Caesar Palace (uno de los peores zafarranchos generados por el genial Bernie Ecclestone a principios de los 80), sino en torno a la calle más famosa de la ciudad: The Strip.

No puede dejar de decirse: la serie Drive for Survive, que refleja el mundo de la F1 en Netflix, ha generado un enorme crecimiento de la popularidad de la máxima en el país donde siempre ha cosechado sus mayores fracasos. Estados Unidos generó un mundo automovilístico paralelo en el que los vertiginosos e imprevisibles óvalos y los pesadísimos autos de la NASCAR resultan más atractivos que incluso la IndyCar fuera de las Quinientas Millas. Pero Drive for Survive ha metido a la F1 en las conversaciones de niños y adolescentes que consumen series por streaming. Chapeau por una de las mejores ideas de Liberty Media.

3) Pero no todo es agua de rosas para la F1. Unas veinte organizaciones medioambientales iniciaron una campaña de recolección de firmas para que la Unión Europea prohiba la publicidad de combustibles fósiles. En 2005, una legislación similar sobre la publicidad de marcas de tabaco le dio el primer mazazo a la Fórmula 1 lujosa de la Era Ecclestone: eran desde los 70 los grandes sponsors de los equipos de la máxima, ya que en los demás espectáculos masivos les resultaba imposible, o casi, publicitarse.

El segundo mandoble llegó en 2008-2009, con la crisis mundial que llevó a la quiebra a decenas de importantes bancos en el mundo y terminó así con la anteúltima fuente de financiación del Mundial, exceptuando los los proveedores de combustibles y los derechos de imagen. Entonces fue cuando huyeron de la F1 constructores como Toyota, Honda, BMW y Renault. Hoy por hoy, marcas petroleras como Shell y Petronas figuran entre los principales aportantes de la F1.

Esta campaña contra la publicidad de combustibles en la UE comenzó en la misma semana en que la F1 presentó su combustible para el futuro. Lo prometen cien por ciento sostenible, equivalente en su capacidad de otorgar potencia a los combustibles actuales y útil para vehículos de calle. Se creará en un laboratorio, a partir biorresiduos renovables.

El mensaje histórico que transmite la campaña de los ecologistas es claro, y es el que mismo que viene recibiendo la F1 desde mediados de la primera década del siglo: la torta publicitaria se achica, los ingresos por derechos de imagen se estancan y la monetización eficiente de la popularidad global en las sociedades postmasivas se vuelve un intríngulis indescifrable para quienes asistimos al glamour inagotable que posibilitó la Era Ecclestone: mediados de los 70 a 2005.

Los cambios que planea la F1 para 2022 y 2026 van en el sentido de adaptarse a una realidad más modesta a nivel presupuestario que no es impuesta por un capricho de la FIA, sino por la realidad de las sociedades postmasivas en las que, a un mensaje más perfilado hacia nichos cada vez más puntuales, le corresponde una torta publicitiaria multiplicada exponenciamente, pero también exponencialmente atomizada; por ahí pasa el desafío de la F1 en la próxima década.