Finalmente, tras meses de cabildeos (en parte esperando sibilinamente la resolución del conflicto en Ucrania), la FIA decidió no reemplazar el GP de Rusia (previsto para el 23 al 25 de septiembre), y habrá 22 carreras en la F1 de 2022.

La Federación había roto unilateralmente el contrato con Rusia tras la invasión de Putin a Ucrania. Se manejaron candidatos en Oriente, como Malasia, Catar y hasta un Gran Premio diurno en Singapur, pero finalmente , quizá ante la presión de los equipos, que temen que sus mecánicos lleguen exhaustos al final de año, decidieron dejar dos semanas libres entre Italia y Singapur/Japón: desde fines de agosto (Spa) hasta el final a mediados de noviembre (Abu Dhabi, adelantado por la disputa del Mundial de Fútbol en Catar), sólo habrá cuatro semanas de descanso.
 

Aquí hay otro conflicto real e irresuelto de la FIA y Liberty Media: los empresarios quieren más carreras para hacer crecer la recaudación no sólo intensiva, sino también extensivamente. Además, la entrada de Grandes Premios de países con alto poder adquisitivo fuera de Europa amenaza la presencia en el calendario de carreras clásicas como Silverstone, Monza y Montecarlo (para los escépticos: ya desapareció Alemania muchos años teniendo un tetracampeón del mundo en pista, y el mundo siguió andando), que sólo podría mitigarse con mayor cantidad de carreras.

Por ahora el tope es 24 por año; Liberty pretendía llegar a 25 en algún momento, pero el inefable Stefano Domenicali ahora sugiere que podría haber menos Grandes Premios por año con fechas rotativas, y otros que seguirían todos los años; así, pretende patear para adelante el conflicto de fondo: Europa es el centro deportivo y económico de la F1, pero los dólares salen cada vez más de Oriente y de Estados Unidos. La logística se complica muchísimo a medida que agregás carreras en Oriente (y ese fue el secreto de la extinción o decadencia de muchos campeonatos internacionales de Turismos y Resistencia), al punto que comienza a tornarse inviable económicamente. O sea: lo que hace crecer la facturación a corto plazo, esmerila la viabilidad del campeonato a largo plazo.

Obviamente, en la F1 los ingresos son infinitamente mayores al extinto WTCC o aun al WEC de la última era de los prototipos. Pero la dicotomía permanece, larvada, como un peligro a largo plazo para la máxima.