Lewis Hamilton salvó la ropa en un fin de semana endiablado en Rusia. Todo había ido sobre carriles el viernes, con panorama de 1-2 para los chicos de Mercedes. El sábado, las temibles lluvias otoñales en el Cáucaso ruso y los errores del equipo y del propio Ham complicaron a los dos pilotos. La largada de Hamilton, como se preveía, fue prudente, entregando posiciones a cambio de sobrevivir sin daños a las primeras 4 o 5 vueltas que, como casi siempre aquí, fueron de luchas frenéticas.

Con este panorama, Hamilton hizo la carrera que pudo mientras tuvo calzados los Medios: pasó de a uno y prolijamente a los que pudo, hasta que se armaron los trencitos y esperó piola, como el Minotauro en su laberinto, a que le llegara el morfi. Desde que paró y calzó los Duros (a la altura de esa Vuelta 27 estaba claro que los Duros aguantaban fenómeno más de 30 vueltas en esa pista fría y lisa), se despertó la bestia y empezó a mostrar un ritmo implacable.

Max Verstappen, por su lado, venía desde el fondo en un plan similar, pasando a los que podía hasta que quedó enredado en el segundo trencito (el que encabezaba Alonso).

Una vez que todos hicieron sus únicas paradas programadas, las cuestiones eran: cuántas vueltas iba a tardar Hamilton en alcanzar a Norris; cuánto hilo tenía Norris en el carretel para aguantarlo a Ham; cuánta agua iba a caer, si caía.

Norris pudo superar las primeras dos pantallas de ese juego: lo aguantaba muy bien a Hamilton con un ritmo dos segundos más rápido que el entonces tercero, Carlos Sainz Jr. Pero el diablo (o el otoño ruso) metió la cola y hacia la Vuelta 47 empezaron a caer gotones en un sector del circuito. En ese lapso casi todos cometieron errores, intentando aguantar con neumáticos para piso seco porque, salvo en dos o tres curvas, la pista seguía seca.

Cada dos vueltas, la lluvia se iba poniendo cada vez peor. Entonces, como en un cuento de malevos borgeanos, cada uno de los dos héroes de esta carrera hizo su elección: Hamilton, conminado por el equipo, entró, en rebeldía, a poner intermedios. Ambos punteros tenían parada gratis, porque el tiempo hasta el tercero había quedado, tras la ola de paradas, a más de 50 segundos de ellos. Norris se jugó todo a quedarse en pista, y a la otra vuelta fue el diluvio universal. Hamilton le sacó de a 12 segundos por vuelta y terminó de pasarlo en una chicana en la que las gomas de Norris siguieron derecho. A partir de allí, sólo le quedaba intentar llegar a boxes y salvar lo que se pudiera: fue un séptimo puesto más el punto por la vuelta rápida, pero esta vez Lando, por ser avaro, se perdió un segundo puesto y quedó detrás de la mejor Ferrari (la de Sainz Jr, que llegó tercero e hizo un carrerón tras quedar puntero en la largada).

Verstappen, lo mismo que Hamilton, hizo una carrera sobria, casi perfecta dentro del contexto, y el temple del holandés, al igual que el de Ham, tuvo su premio: Ham ganó la carrera que tenía que ganar sí o sí; Max llegó segundo en un circuito Mercedes si los hay, y además el último plenamente favorable a los alemanes. De las carreras que quedan, mitad son favorables a Red Bull (sobre todo Singapur) y las otras parejas. Por ahora, Hamilton recuperó módicamente (por dos puntos) la punta del campeonato más apasionante e incierto de la F1 por lo menos desde 2012. Todavía falta lo mejor.

Posiciones finales: 1º) Hamilton; 2º) Verstappen; 3º) Sainz Jr; 4º) Ricciardo; 5º) Bottas; 6º) Alonso; 7º) Norris; 8º) Räikkönen; 9º) Pérez; 10º) Russell.