Durante los ocho gloriosos años que Marcelo Gallardo dirigió a River, pocas veces contó con más recursos que todos los rivales a los que enfrentaba. En general se caracterizó por tener material suficiente como para pelear por cosas grandes mediante la potenciación colectiva, pero sin individualidades tan rutilantes. De hecho, muchas veces corrió muy de atrás respecto de su clásico rival en cuanto a jerarquía y en cuanto a inversión por futbolistas.