Durante los ocho gloriosos años que Marcelo Gallardo dirigió a River, pocas veces contó con más recursos que todos los rivales a los que enfrentaba. En general se caracterizó por tener material suficiente como para pelear por cosas grandes mediante la potenciación colectiva, pero sin individualidades tan rutilantes. De hecho, muchas veces corrió muy de atrás respecto de su clásico rival en cuanto a jerarquía y en cuanto a inversión por futbolistas.

Por eso, este es el primer gran fracaso del DT a cargo del Millonario. Los dirigentes invirtieron una fortuna como pocas veces y le agregaron futbolistas de primera categoría y en gran número a un equipo campeón. El plantel que formó el equipo de Núñez es el mejor del país por larga diferencia y si no lo es, por el dinero invertido, debería serlo.

La primera vez que tiene sustancialmente más que sus rivales, River sufre una eliminación merecida ante un equipo que juega muy bien y tiene un gran entrenador, pero viene de jugar la temporada pasada en la Primera Nacional. 

Desde los medios se ha hecho un esfuerzo muy grande por equiparar el plantel de River con el de Boca. Se le atribuyó al del Xeneize a una jerarquía que no tiene y se le dio una importancia desmedida a un mercado de pases mediocre, en busca de desligar de responsabilidades a los estamentos superiores y cargar contra el cuerpo técnico.

Pero como nunca en los últimos 10 años, el conjunto de La Ribera, probablemente el de segundo o tercer mejor plantel actual, por detrás de Racing, está muy lejos de su máximo adversario en recursos individuales.

Otra cuestión importante tiene que ver con el habitual proceso de adaptación que los jugadores requieren al equipo del Muñeco. La mejor versión colectiva de lo que construye suele verse más cerca de fin de año, cuando las incorporaciones se adaptan al club y a sus exigencias, y finalmente rinden.

Pero eso es aceptable cuando se adquieren apuestas o futbolistas con más futuro que presente, no cuando se trae a jugadores de la talla de Juan Fernando Quintero, Esequiel Barco o hasta Elías Gómez. Incorporar más caro debería tener como finalidad acortar el tiempo de inserción en el club. 

Por otra parte, añadir futbolistas de nivel no debería diezmar el rendimiento conjunto conseguido hace pocos meses. River fue campeón del último torneo argentino con un enorme nivel futbolístico y con recursos individuales claramente inferiores a los actuales. Gallardo no pudo agregarle a ese funcionamiento colectivo tan bueno el nivel de jerarquía de los que incorporó. El equipo empeoró claramente.

En este proceso dorado, ha tenido otros golpes fuertes. Por ejemplo, la eliminación con Lanús en Copa Libertadores, la derrota en la final con Flamengo o hasta la goleada del año pasado ante Atlético Mineiro. En todas tuvo atenuantes claros. En las primeras dos, el funcionamiento del equipo estaba más que aceitado. Hubo fallos puntuales y eso lo privó del objetivo, pero en términos generales, jugaba muy bien.

En el último caso, contaba con mucho menos plantel que un club con una situación económica muy próspera que hizo una inversión gigante. No había equivalencias en lo individual y se notó en la cancha. De hecho, aquella derrota parece haber motivo este último mercado de pases tan movido.

Otra diferencia no menor respecto a los objetivos no cumplidos en los primeros años, es que aquel equipo estaba en proceso de constituirse en lo que es hoy: el club indiscutiblemente más temido del país. Ha conseguido que los rivales deban jugarle con temor a una goleada histórica y eso es una ventaja ineludible que tampoco pudo aprovechar.

En esta eliminación no hay nada que aminore el impacto de la caída. Tigre es un excelente equipo, que tiene su sello hace años y que lo mantuvo incluso ante un descenso. Pero si bien tiene su poder político de fondo y un plantel muy superior al del resto de los del ascenso, está muy, muy lejos de River. 

La moraleja parece ser que tener tanto a disposición no siempre es lo más adecuado. Las incorporaciones millonarias refuerzan, pero al mismo tiempo incrementan el grado de obligación de un equipo a niveles que resulta muy difícil satisfacer. La no consecución de los objetivos con recursos modestos es aceptable, pero con un gasto previo tan grande, es ineludible hablar de fracaso en lo deportivo y hasta poner la lupa en lo económico.