Trató de aguantarse pero duró poco. Lionel Messi no pudo contener el llanto en la entrevista post partido. "No sabés cuanto esperé esto, lo busqué hace mucho, y gracias a Dios se me dio", le explicó al cronista mientras su rostro perdía la compostura y se enjuagaba en lágrimas.

Jugó un partido extraordinario, después de llevar a la Argentina a ganar la Copa América, luego de casi tres décadas. El estadio estallaba y la gente coreaba su nombre, aplaudía cualquier cosa que hiciese.

Ese pibe anodino, al que se le pedía mas coraje, mas determinación, mas empuje, del que muchos descreíamos de su compromiso, que no expresaba sentimientos, salvo algunos síntomas que su cuerpo experimentaba, como cuando vomitaba durante el partido. Ese pibe hoy es un hombre y estalló, dejó salir lo que no nos permitía ver.

Las lagrimas de hoy fueron la liberación de tantas pero tantas frustraciones, tantas veces de quedarse en la puerta. Y el torbellino de sensaciones de los últimos meses. La Copa América ganada y la primera liberación. Las felices vacaciones en familia y el regreso a su querida Barcelona, para encontrarse echado por una conspiración extraña jamás aclarada, de burócratas que viven del fútbol pero están muy lejos del fútbol.

Y después de ese cachetazo sorpresivo, solo 48 horas después, el recibimiento en París como si Napoléon hubiese entrado triunfante nuevamente después de escapar de la Isla de Elba. La sensación de que Barcelona no era el único lugar del mundo donde podía sentirse seguro con su familia.

Y ahora esto. El día que la gente volvió a la cancha, después de un año y medio de encierro, de tanta muerte, después de canchas sin gritos de gol, de no tocarnos, de mirarnos de lejos; fue justo el día en que había mucho para festejar.

Las 21 mil almas lo abrazaron todo el partido, lo acariciaron, fue la caricia que espero toda su vida aunque no lo dejara ver. Y respondió con alegría, con gambetas, caños, fútbol y goles. Y el cariño se multiplicó y su corazón no dio más.

No existe el ídolo distante, el ídolo siente y adquiere la comunicación con la gente, cuando sienten juntos. Messi siempre fue un genio, es claramente, el mejor jugador del siglo, difícil dudarlo. Para ser ídolo, faltaba compartir sentimientos con los suyos. En su madurez, lo consiguió.