Como ya se ha desarrollado en los primeros capítulos, muchas son las particularidades que rodearon la participación de Corea del Norte en el Mundial de Sudáfrica 2010. Sin embargo, quizás la más llamativa quedó para el final. Justamente, la historia de una final diferente y un campeón inventado para justificar los malos resultados propios.

El seleccionado asiático abrió su participación con una derrota 2 a 1 frente a Brasil, un poderoso candidato que contaba con jugadores como Ronaldinho y Kaká en plenitud, y lo último de Ronaldo y Roberto Carlos. 

Los coreanos sorprendieron con su disciplina táctica, aguantaron el empate hasta los 10 minutos de la segunda mitad y, a pesar de ser doblegados, no se dieron por vencidos, consiguieron el descuento sobre el final del encuentro. Incluso, hasta se ilusionaron con un empate que no llegó.

Misión cumplida para el régimen de Kim Jong-il, padre del actual líder Kim Jong-un, que no podía permitirse mostrar debilidad ante el mundo, pero muchos menos podía exhibir una deficiencia con respecto a sus propios gobernados, a quienes siempre buscaron convencer de su superioridad en todo sentido.

Pero en el segundo encuentro la historia se desmadró. Corea del Norte debía enfrentar a Portugal, rival fuerte, que contaba con la figura de Cristiano Ronaldo, pero que, en principio, no tenía el nivel de Brasil. Todos en el régimen se ilusionaban con un resultado histórico pero la diferencia de jerarquía en este caso pesó demasiado.

Durante la primera parte el equipo aguantó bien, aunque con sufrimiento, incluso cuando los lusos se pusieron en ventaja. Pero en la segunda mitad, el desequilibrio fue insoportable. Para los 15 minutos del complemento, Portugal ganaba 4 a 0 y el trámite pintaba para catástrofe. Finalmente, el equipo europeo no tuvo piedad del débil rival asiático y le convirtió tres goles más: el partido terminó 7 a 0.

Pero, misteriosamente, la transmisión del partido se cortó en todo Corea del Norte cuando iban 15 minutos del segundo tiempo. Kim Jong-il necesitaba hacer un control de daños. Rápidamente difundió la información de que el seleccionado coreano había aguantado el resultado y que el partido había terminado solo 4 a 0. 

El Mundial continuó, Corea del Norte perdió 3 a 0 su último partido con Costa de Marfil y Portugal cayó en octavos de final, 1 a 0 contra España, quien posteriormente sería campeón del mundo. Pero en Corea no volvió a transmitirse por televisión. Ni el último partido de su propio equipo ni ningún otro. Todo lo que se sabía de la cita máxima del fútbol llegaba por informaciones radiales, controladas por el régimen. No podía filtrarse el verdadero resultado de aquel encuentro bochornoso.

De todas maneras, todavía faltaba buscarle una justificación al hecho de que Portugal les haya ganado por 4 a 0, diferencia para nada menor. Y la forma que encontró Kim Jong-il saltó a la luz varios años después en una investigación hecha por el diario Marca.

En el 2017, Álvaro Leite, un asistente de vuelo portugués de la compañía aérea TAP Air, quien también es maratonista, viajó a Pyongyang para una competencia. Ni bien llegó se le asignó un guía que hablaba en inglés, que al conocer su nacionalidad le contó encantado de la popularidad que Cristiano Ronaldo tenía en el país asiático... especialmente desde que había ganado el Mundial 2010.

Leite tardó en entender que sucedía, pero ahondó más en el tema y descubrió la verdad. Las autoridades habían hecho trascender que Portugal había sido campeón del Mundial de Sudáfrica, para que resultase menos dolorosa la derrota de la fase de grupos. A fin de cuentas habían perdido 4 a 0 (y no 7 a 0 como en realidad fue) contra el mejor de todos.

Una fábula increíble, elaborada con detalle, que mantiene la ilusión de un nivel deportivo superior en un país donde el fútbol tiene una gran popularidad. Desde entonces, Corea del Norte no ha participado en ningún otro Mundial, ni lo hará en Catar 2022, de donde se retiró por propia voluntad.