No es más que una clásica bienvenida en tierras extranjeras en el contexto de la particular Copa Libertadores, pero, de todos modos, no deja de ser una incomodidad que a esta altura debería haberse dejado en el pasado. Tras un partido de ida que trajo mucha polémica, a Boca lo han recibido con cierta hostilidad en Belo Horizonte, algo que, lamentablemente, ocurre siempre que un equipo argentino va a Brasil.

La delegación del Xeneize fue retenida por casi dos horas en la zona de migraciones antes de poder ingresar al estado de Minas Gerais. El presidente del Atlético Mineiro, Serbio Batista Coelho, había denunciado que su equipo sufrió una situación idéntica la semana pasada cuando llegó a Buenos Aires y fue claro al respecto: "Los vamos a recibir de la misma manera".

La advertencia se cumplió y los futbolistas debieron esperar en las escaleras hasta que finalmente llegó la autorización para dejarlos pasar. Sin embargo, eso no fue todo, cuando el plantel finalmente se alojó en el hotel y se dispuso a descansar, se puso en marcha otra de las clásicas prácticas retrogradas de la Copa: fuegos artificiales y bombas de estruendo para evitar que un equipo duerma.

"Sabíamos que nos iban a recibir así, era lo que esperábamos. Pasa siempre y más en Brasil, pero que sea habitual no quiere decir que esté bien", le manifestaron desde la delegación Xeneize a Continental Web. Como si todo esto fuera poco, los ojos durante el partido estarán puestos con especial atención en el arbitraje, no solo por la polémica de la semana pasada, sino por el fuerte juego mediático que llevaron a cabo ambas dirigencias.

Directivos del conjunto argentino le demandaron directamente al presidente de la CONMEBOL, Alejandro Domínguez, que suspendiera al colombiano Andrés Rojas por el gol anulado a Diego González en el primer partido, y, efectivamente, el juez fue sancionado. Batista Coelho, presidente del Mineiro denunció públicamente presiones para la designación del árbitro de la vuelta. Ambos equipos se juegan mucho y el clima es tenso.